miércoles, 29 de diciembre de 2010

Beatriz Melano (Uruguay, 19 -2004)


Teoria de la interpretación según Paul Ricoeur.
Contenido del índice
Introducción
Prólogo de Paul Ricoeur
Cap.I. Introducción al pensamiento de Ricoeur
Cap.II. Hermenéutica y estructuralismo
Cap.III. Hermenéutica y femenología
Cap.IV. Hermenéutica y ontología
Cap.V. Hermenéutica y exegesis bíblica
Conclusiones.

Emilio Castro (Uruguay, 1927)


Consejo Mundial de Iglesias
Predicación del culto de clausura, VIII Asamblea, Harare, Zimbabwe, 1998
2 Corintios 4
www.wcc-coe.org/wcc/assembly/ec-s.html
Durante esta Asamblea, he releído las epístolas a los Corintios, las que encontramos en el Nuevo Testamento. Parecería que el apóstol las hubiera escrito pensando en nuestra Asamblea. Allí encontramos discusiones sobre el papel de la mujer, las diferentes tradiciones a las que pertenecen los corintios (1 Co.2:12), los problemas de comportamiento en la familia, las diferentes formas de espiritualidad, las colectas para los santos, una discusión acerca de lo que significa el orden en el culto, el reconocimiento de los diferentes dones, la afirmación de que somos un solo cuerpo con muchos miembros, un debate sobre el sincretismo. El apóstol se dirige a una comunidad real, a un cuerpo formado de santos y pecadores, con amonestaciones, enseñanzas e incluso amenazas destinadas a corregir a aquella comunidad y reafirmar la unidad del cuerpo de Cristo. No sé si algún punto del orden del día de nuestro Consejo ha escapado a la atención del apóstol. En medio de su carta, el apóstol se detiene para hacer lo que nosotros llamamos anamnesis, rememoración, volviendo a lo esencial. El Dios Creador que dijo "que la luz resplandezca en las tinieblas" ha iluminado "nuestros corazones para iluminación del conocimiento de la gloria de Dios en la faz de Jesucristo" (versículo 6).
No estamos reunidos para aprobar cuestiones secundarias. El problema no es sustituir una palabra por otra, incluso cuando esto puede resultar necesario; es algo mucho más vital. Vivimos bajo el hechizo, el asombro, la conciencia de la milagrosa acción de Dios. En todas nuestras deliberaciones hemos buscado la manera de comunicar al mundo entero este maravilloso conocimiento, este maravilloso poder. Tenemos que aprobar resoluciones sobre derechos humanos. Pero a través de estos documentos, los hombres y mujeres de frica, llenos de esperanza, están buscando nuevos caminos para el futuro, nuevos caminos para las multitudes agonizantes, en un mundo de conflictos y confusión.
Recuerdo una visita a Sudáfrica, respondiendo a una invitación para participar en los funerales de 30 jóvenes asesinados en una manifestación pública en el Transkei. Las familias y los amigos habían pedido al Consejo que estuviera con ellos, expresando simbólicamente la solidaridad de los creyentes de todo el mundo. En esas situaciones, una solidaridad dolorosa, esperanzada, expresa claramente lo que quieren decir nuestras resoluciones sobre derechos humanos. Hemos aprobado resoluciones sobre los pueblos indígenas, pero más allá de esas resoluciones, hemos visto a indígenas de todos los rincones de la tierra que llegaban año tras año a Ginebra a presentar su situación a las Naciones Unidas y encontraban en la sede del CMI su hogar espiritual. No estamos predicando por nosotros mismos; proclamamos a un Dios compasivo y nosotros somos los servidores de ustedes por amor a Jesús.
Antes de regresar a nuestros hogares deberíamos recordar la esencia de nuestra fe y de nuestra reunión en la familia del CMI. El Dios misericordioso ha tomado nuestras vidas y nos ha reclutado al servicio de su poder creador. El apóstol reconoce inmediatamente la pretensión de esta tremenda afirmación y continúa diciendo que guardamos ese tesoro, ese conocimiento, esa experiencia, ese poder, en vasijas de barro: una realidad frágil, quebradiza. Por eso, la segunda parte de nuestra Asamblea, luego de la anamnesis, ha sido precisamente un llamamiento al arrepentimiento, una vuelta a Dios. La conciencia de la gloria en Cristo nos pone de rodillas.
Es necesario comprender muy claramente que este extraordinario poder pertenece a Dios. El apóstol pone dos acentos contradictorios en una única frase: se trata de un gran poder, el poder de la creación, el poder capaz de transformar nuestra vida, que trata de transformar la vida de todos los seres humanos en toda la creación. El mundo necesita esta experiencia, necesita conocer al Dios misericordioso. Al mismo tiempo, la confesión de nuestros pecados es un agradecido reconocimiento del poder y la misericordia de Dios. El testimonio que debemos dar es el del poder de salvación de Dios. Todas nuestras debilidades, nuestros pecados, todas nuestras querellas no pueden impedirnos proclamar al mundo, no a nosotros mismos, sino a Jesucristo, Señor misericordioso y sufriente. Conocemos nuestra fragilidad. Si seguimos esta vocación ecuménica es para anunciar la reconciliación en Cristo. Si llamamos a las gentes a la liberación, si queremos expresar solidaridad, si buscamos la unidad de la Iglesia en la promesa de Dios, todo esto viene de Dios, no de nosotros. Somos vasijas de barro, fáciles de romper. Participamos en una interpretación errónea de la visión del mundo.
Proclamamos el poder de redención de Dios, el consuelo y la esperanza. Por ello, nosotros como individuos y como Consejo Mundial de Iglesias, podríamos estar, como dice el apóstol en los versículos de 8 a 10, "atribulados en todo, pero no angustiados; en apuros, pero no desesperados; perseguidos, pero no desamparados; derribados, pero no destruidos. Dondequiera que vamos, llevamos siempre en el cuerpo la muerte de Jesús, para que también la vida de Jesús se manifieste en nuestros cuerpos."
Por esa realidad, por ser hijos de Dios, nacidos del Espíritu, continuaremos bregando por la unidad de la Iglesia, anunciando la liberación en un planeta mundializado, y luchando contra los prejuicios, las faltas y el pecado. Volvamos a lo esencial, el poder creador de Dios: en el que creemos, por el que damos gracias, y el que queremos proclamar al mundo.
Por la experiencia que tenemos de la vida de nuestras iglesias, conocemos las tensiones que existen entre el poder de Dios y nuestra imperfección humana. En todas partes del mundo, vemos miles de personas que piden a sus sacerdotes que los bendigan antes de ir a enfrentarse con las luchas cotidianas de su existencia. Vemos a los enfermos que están muriendo de SIDA recibiendo el consuelo de la visita pastoral de un hermano o una hermana. O a quienes luchan por superar el mal y miran a la iglesia como una aliada, como un poder, una realidad que sobrepasa nuestras posibilidades humanas. Es verdad que estamos llamados al arrepentimiento, conscientes del poder de Dios que se manifiesta en nuestro desamparo. El mundo tiene necesidad de saberlo, tiene necesidad de la ayuda de ese poder.
Inspirados en esa sorprendente consciencia del Dios Creador, volveremos a nuestros hogares y seguiremos avanzando hacia el reino para que "la vida de Jesús se manifieste en nuestra carne mortal."
La alegría no es un insulto para los hombres y mujeres de la tierra que sufren si esa alegría es el asombroso anuncio de una gracia que nos es dada a nosotros, los más pequeños, cuando Jesucristo viene a nuestro encuentro.
La Asamblea está terminando. Desde el punto de vista formal, iniciamos el camino hacia la Novena Asamblea. Pero, una vez más, hemos visto y vivido el misterio de la presencia de Dios, y, como un frágil barco continuamos navegando "puestos los ojos en Jesús, el autor y consumador de la fe". Es el poder de Dios, es la causa de Dios. Porque "sabemos que el que resucitó al Señor Jesús, a nosotros también nos resucitará con Jesús, y nos presentará juntamente con vosotros."

Emilio Castro fue el cuarto secretario del Consejo Mundial de Iglesias, cargo que ocupó de 1985 a 1992. Pastor metodista de Uruguay, Castro estudió con Karl Barth en Basilea, Suiza, y obtuvo su doctorado en la Universidad de Lausana. Ha sido pastor responsable de varias parroquias y ocupó distintos cargos en varios organismos ecuménicos de cooperación en América Latina y a nivel internacional antes de unirse al personal del CMI como director de la Comisión de Misión Mundial y Evangelización en 1973.
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Emilio Castro: una trayectoria teológica, pastoral y ecuménica
LC-O
23 de Junio de 2007
www.lupaprotestante.com/index.php?option=com_content&task=view&id=575

I
Con la aparición de Pasión y compromiso con el reino de Dios. El testimonio ecuménico de Emilio Castro, de Carlos Sintado y Manuel Quintero (Buenos Aires, Kairós) comienza a hacerse justicia a toda una generación de pensadores y teólogos protestantes latinoamericanos cuya labor más intensa se llevó a cabo durante varias décadas de la segunda mitad del siglo XX. Al nombre de Castro hay que agregar los de José Míguez Bonino, Orlando Fals Borda, Mauricio López, Federico Pagura, Sergio Arce, Gonzalo Castillo Cárdenas y Rubem Alves, entre muchos más que participaron en la apertura de la mentalidad ecuménica de las iglesias evangélicas latinoamericanas. Además, este reconocimiento histórico para quien llegó a ser secretario general del Consejo Mundial de Iglesias (CMI) entre 1984 y 1992, bien puede verse como la consumación de un trabajo desarrollado en diversos espacios teológicos y eclesiásticos por lo que podría denominarse la armada uruguaya: Luis E. Odell, Mortimer Arias, Beatriz Melano, Hiber Conteris, Julio de Santa Ana, Julio Barreiro, Óscar Bolioli, Carlos Delmonte y Julia Campos. Al pasar revista a sus esfuerzos, aun cuando muchas circunstancias que enfrentaron fueron verdaderamente problemáticas, el saldo es bastante positivo.


Así, los ya fallecidos Odell, Melano y Barreiro, dejaron una huella profunda en la conformación del nuevo panorama cristiano en el continente. Odell fue el espíritu que animó al movimiento Iglesia y Sociedad en América Latina (ISAL), Melano fue de las primeras en plantear la teología feminista: su ensayo “Sor Juana Inés de la Cruz, primera teóloga de América”, junto con su libro La iglesia y la mujer (1973), son dos hitos en este sentido., además de que fue ella quien dio a conocer tenazmente el pensamiento de Paul Ricoeur. Barreiro, quien dirigió la revista Cristianismo y Sociedad en los años 70, fue un abogado y politólogo profundamente comprometido con la transformación social de su país y del continente. Su libro El hombre en la Biblia es un ejemplo de teología laica bien pensada y estructurada.

Arias, a su vez, trabajó arduamente en el campo de la evangelización y ejerció como obispo de Bolivia, adonde dio un sólido testimonio de compromiso social. Santa Ana sigue produciendo análisis teológico-económicos, luego de trabajar en ISAL; el CMI y en Brasil. Conteris es ahora un escritor de renombre, después de ser integrante de ISAL y pasar algunos años en prisión por su opción política. Bolioli es presidente de la Iglesia Metodista Uruguaya, tras varios años de colaboración activa en la Iglesia Metodista estadounidense. Lamentablemente, no se vislumbra quiénes podrían sucederlos en la actualidad, ante las exigencias eclesiales de hoy.

Por otra parte, las nuevas generaciones de estudiantes necesitan conocer más de cerca el fruto del trabajo de estos hombres y mujeres, pues la vertiente protestante de la teología latinoamericana no ha recibido la divulgación que merece, debido entre otras cosas, al mayor realce que han recibido las obras de autores católicos. Se requiere elaborar investigaciones que tracen panoramas suficientes del desarrollo de esta teología, puesto que, a pesar de la incomprensión de la que ha sido objeto, el rostro del protestantismo latinoamericano no sería el mismo sin ella.

II
En el caso de Emilio Castro (1927), algunas de sus publicaciones siguen vigentes, pues no han aparecido en el horizonte latinoamericano otros trabajos relacionados con su campo de interés que verdaderamente sean una alternativa producida por autores latinoamericanos. Desde su texto “Misión y evangelización”, de Id por el mundo. Estructuras para la misión (1966, el mismo año de la gran participación del contingente latinoamericano en la Conferencia Mundial de Iglesia y Sociedad del CMI), hasta su libro colectivo Pastores del pueblo de Dios en América Latina (1973) muestra su enorme preocupación por ofrecer herramientas teológicas sólidas a las iglesias en la práctica pastoral y evangelizadora. Aún es posible encontrar en Hacia una pastoral latinoamericana (1974) algunas orientaciones para el trabajo pastoral. Su intensa búsqueda de un “estilo pastoral latinoamericano” se agiganta frente a las formas que ha adquirido el ejercicio pastoral en estos tiempos de la llamada teología de la prosperidad y otras corrientes. Sus páginas sobre el culto como acción política siguen desafiando a sus lectores. Sus libros de sermones son testimonio de la forma en que interrogaba la manera en que la iglesia debía responder a la realidad.

Todavía recientemente en Las preguntas de Dios. La predicación evangélica en América Latina (2004), nueva recopilación de sermones, abre con un análisis profundo del tema. Afirma, por ejemplo: “La comunidad cristiana local es todo menos pasiva frente a la predicación. La ilustra, la sostiene espiritualmente, contribuye a su preparación e incluso después la confirma, la difunde y anticipa las respuestas que el Espíritu Santo provocará en toda la comunidad reunida”.
1 Los sermones exploran, con el sello protestante clásico, una serie de preguntas bíblicas que reclaman respuesta urgente. Y es que Castro, al igual que muchos de sus contemporáneos, ha insistido en subrayar la identidad protestante latinoamericana, como consecuencia directa de lo sucedido en los congresos evangélicos de la primera mitad del siglo pasado, pues al mismo tiempo que demanda una transformación consistente de las mentalidades, no olvida el intento por “aterrizar” la gran tradición protestante en sus mejores aspectos.

III
Su estancia en Basilea como el primer alumno latinoamericano de Karl Barth marcó para siempre su desarrollo personal e institucional. Al llegar a Basilea se planteaba: “Yo quiero prepararme para el ambiente intelectual uruguayo y no sé si me van a ayudar para ese propósito los estudios de Nuevo Testamento. Pero lo más importante era entender el choque entre el cristianismo y el positivismo como se lo vivió en Europa y como estábamos viviéndolo en Uruguay, en la filosofía y la teología, para responder a una interrogante: ¿qué dice esto a ese mundo secular, , cómo lo enfrento?”. (p. 107) Porque no hay que olvidar que Uruguay tal vez sea el país más secularizado de América. Y es que a los énfasis en la pastoral y la evangelización que desarrolló desde sus pastorados iniciales (en Argentina, Uruguay y Bolivia), agregó un celo teológico que nunca lo ha abandonado. Castro conoció de primera mano la importancia que Barth otorgaba a la predicación, pues, decía el teólogo suizo: “Con una conferencia usted tiene los libros y si tiene una inteligencia más o menos normal, está seguro del resultado, usted controla situación. En el sermón usted nunca sabe cuál será el resultado: el sermón es luchar con Dios, usted vive temblando, ¡es por ahí que pasa la verdadera predicación!”. (p. 111) Esta influencia imborrable marca un contraste con otros discípulos latinoamericanos de Barth, alguno de los cuales, mientras trabajaba en México recibía el regaño de Orlando Costas al escucharlo predicar.

Así evalúa Castro la influencia de Barth:

¿Qué significó Barth para mí? Primero, una liberación del dilema fundamentalismo versus liberalismo, en torno al cual estaban polarizadas las iglesias latinoamericanas. Barth, con la trascendencia que da a la Palabra y con la existencialidad de la Palabra, nos enseña que a Biblia es la Palabra de Dios cuando se la abre en comunidad, o cuando se la lee invocando al Espíritu Santo. [...]

Fue una revolución para mí, con pensamientos tan importantes como que al ‘no’ de los hombres a Dios corresponde el ‘sí’ de Dios a los hombres. [...] En ese sentido, para mí fue también una liberación extraordinaria y noto un cambio en el contenido de mi predicación cuando regreso al Uruguay. (pp. 114, 120, cursivas originales)

Este libro, siendo una especie de biografía oficial, atrapa al lector pues es también una larga entrevista retrospectiva y, de ese modo, es posible acercarse a los contextos que explican en gran medida la trayectoria ecuménica de Castro. A lo largo de sus 17 capítulos y más de 500 páginas, palpita el entusiasmo perseverante de alguien que, proviniendo de una región pobre de Uruguay, se traslada a estudiar a Argentina y sigue su camino hacia los espacios ecuménicos internacionales. Su pastorado en la iglesia principal de Montevideo lo coloca en una situación que hoy denominaríamos como “políticamente incorrecta”, pues desde ese puesto se ve inmerso en la vorágine de la lucha política y su opción, necesariamente, fue por la izquierda, que elegiría después la ruta armada. En Montevideo fue un pastor que “inquietaba y alegraba” debido a los énfasis de sus sermones y a sus posteriores apariciones en la televisión.

Su paso por la Asociación Sudamericana de Instituciones Teológicas (ASIT) y el Movimiento por la Unidad Evangélica Latinoamericana (Unelam) hizo que tuviera estrechos contactos con otros grupos afines, precisamente en la época de la polarización ideológica en el seno del protestantismo latinoamericano. Su trabajo en Unelam resultó fundamental para enlazar las pasadas conferencias evangélicas con lo que a fines de los 70 llegaría a ser el Consejo Latinoamericano de Iglesias (reunión preparatoria de Oaxtepec). Esa fue la plataforma que lo lanzaría a espacios ecuménicos de mayor trascendencia. Cuando empieza a participar en reuniones del CMI y de otros organismos, advierte “la tensión entre una perspectiva evangélica dirigida esencialmente a la salvación del individuo y otra más preocupada por los cambios sociales y económicos, a lo que se sumaba un énfasis especial en la búsqueda de la justicia y la paz en los asuntos internacionales” (pp. 197-198). Esta tensión, familiar para él, la resolverá en la medida que participe cada vez más en el movimiento ecuménico, aun cuando en círculos juveniles no fue muy bien aceptado.

El capítulo 8 (“Conflicto social y obediencia cristiana”) es, tal vez, el que mejor refleja las dificultades de articular un discurso y una praxis protestantes acordes con los nuevos tiempos, especialmente en la época de los Tupamaros uruguayos. Castro interviene como mediador y a a dar a la cárcel, experimentando la represión y la persecución, además de la incomprensión de algunos sectores de la iglesia. Llegar a la Comisión de Evangelización y Misión del CMI, en sustitución de Philip Potter, le permitió entablar diálogos hasta entonces impensables con los espacios evangelísticos conservadores, pues las polémicas que protagonizó con otros dirigentes como Carl McIntire y Billy Graham se resolvieron de la manera más cristiana y civilizada posible. Su amistad y trabajo con Orlando Costas, establecido en los 70 en Costa Rica, tuvo frutos notables dada su actitud crítica hacia el movimiento Evangelismo a Fondo, del cual Costas era uno de los dirigentes. En 1972 participó en la Conferencia de Misiones de Bangkok, cuando se planteó el tema de la moratoria de la misión, y en 1975 en Nairobi, en la quinta Asamblea del CMI, así como en otra conferencia sobre Misiones en Melbourne, Australia (1980). En esa época entraron en escena las iglesias ortodoxas.

El capítulo 11 expone sus iniciativas para dialogar con otras religiones, algo no muy favorecido entonces. En 1984 completó su doctorado y estuvo a punto de volver a América Latina como rector de ISEDET, pero entonces surgió la posibilidad de alcanzar la secretaría general del CMI, puesto al que accedió en 1984 y donde desarrolló una intensa labor. Allí le tocó enfrentar el fin de los regímenes socialistas, por ejemplo, y acoger plenamente a los ortodoxos, además de mantener el acercamiento con la iglesia católica. Al fin de su mandato, en 1992, el rostro del CMI se preparaba para los cambios que vendrían con el fin de siglo. El libro subraya bien sus diálogos con personalidades como Fidel Castro y Nelson Mandela, en una larga lista.
Posteriormente, Castro volvió a Uruguay, pero ha regresado a Suiza y alterna estancias allí con otras en Montevideo. Su esposa Gladis falleció en 2005.
El resumen de su experiencia ecuménica es aleccionador:

En todo lo que hemos conversado hasta ahora creo que trasunta mi pasión por la misión de la iglesia, por la evangelización, por la dinámica del Reino, por el testimonio. Lógicamente, el servicio social está implícito en cada mención del Reino. [...] el tema de la unidad de la iglesia sigue siendo fundamental. Cuando llego a la Comisión de Misión y Evangelización, aclaro que debíamos intentar poner al evangelización en la agenda del Consejo claramente, como realidad de la vida de las iglesias y como testimonio al mundo y a las otras iglesias cristianas que criticaban al Consejo por esa falta de expresión evangelística. Asimismo, cuando asumo la secretaría general, tengo la convicción de que la unidad de la iglesia era un tema a retomar. (p. 349)

1 E. Castro, Las preguntas de Dios. La predicación evangélica en América Latina. Buenos Aires, Kairós, 2004, p. 44.

viernes, 11 de julio de 2008

Haciendo camino con los pobres, Julio de Santa Ana

ALC Noticias, 2 de julio de 2008
Al mirar hacia los últimos treinta años de historia latinoamericana nos sorprende la riqueza de ese período excepcional. En el correr de esos años se puso fin a los gobiernos dictatoriales militares que dominaron la mayoría de los pueblos de la región; y, aunque aún quedan rastros, existe la convicción de que esa fase ha sido superada. Sin embargo, es un hecho que la memoria de un lapso caracterizado por violaciones masivas de los derechos humanos y privación de libertades fundamentales no se puede borrar de la conciencia de los pueblos, que firmes dicen que “nunca más” se repetirán.
Durante ese período, hubo diversos intentos en los países de la región para llegar a plasmar modos de vida democráticos. Los sueños colectivos motivaron a quienes bregaron por el cambio a empecinarse en concretar sus metas; las ilusiones pretendieron alcanzar lo que años de represión (que fueron décadas en algunos casos: Brasil, Bolivia) no consiguieron arrancar de la vida de los pueblos. El empeño para forjar lo que había sido negado por la violencia y la coerción fue grande. No obstante, por diversas razones la voluntad popular no llegó a concretarse. El desencanto cundió con rapidez. Las naciones que habían pasado por la amarga noche de las dictaduras, luego de un breve período de tiempo en el que creyeron que sus anhelos podrían tomar forma, fueron presas de crisis y escepticismo. Además, fue el momento en el que el peso de las deudas contraídas, principalmente por los militares en el gobierno, fue un factor que contribuyó en gran medida a cercenar los deseos populares. El optimismo que prevaleció cuando se produjo la transición entre los regímenes, dio paso a la frustración.
A la vez que ocurría la situación que se ha descrito someramente, tuvieron lugar dos hechos importantes. . Uno de ellos, fue la toma de conciencia, de modo más claro en algunos sectores minoritarios, de que las formas del Estado no correspondían a las exigencias sociales y políticas requeridas por la evolución de los pueblos. Se trata de una situación grave heredada de las dictaduras militares, que, aunque quisieron “modernizar” las naciones que tuvieron bajo su dominio, no utilizaron el instrumento idóneo para lograr ese fin. Cuando los países de América Latina consiguieron retornar a una cierta normalidad formal, lo hicieron administrando la vida pública con aparatos que eran anacrónicos. Surgió y fue creciendo gradualmente una toma de conciencia de que se enfrentaban con una crisis del Estado. Y quedó claro de que era necesario que los instrumentos para la administración de la vida pública correspondiesen a la realidad que se estaba viviendo.
Eso no es fácil. Pues además del peso de la deuda externa que gravitaba sobre nuestros pueblos (y que, hasta cierto punto, puede decirse que se le ha hecho frente de modo positivo desde entonces), surgieron otros aspectos de las circunstancias prevalecientes que han llegado a ser desafíos urgentes para las naciones del planeta. Entre ellos creemos que corresponde destacar el caso de la importancia excesiva que ha llegado a tener el mercado en la vida de los seres humanos, tanto como personas como colectividades. También cabe señalar la incidencia que ha alcanzado la revolución informática. (Es un proceso que aún está lejos de culminar, y que, quizás se encuentra solamente en sus inicios pero que puede llegar muy lejos.) Además, por la relación que se ha establecido entre mercado e informática, corresponde mencionar el proceso de “globalización”, o de mundialización, entendido como la integración de los mercados según el modelo del mercado financiero internacional, que tiene su base en la utilización de los medios de comunicación e información. Es un hecho que en nuestro tiempo el Estado no puede ignorar la evolución de estos factores que inciden de manera diversa sobre los ciudadanos y ciudadanas, según los países.
Concomitantemente, han ganado importancia entidades supranacionales de diversa índole (económicas, financieras, políticas, militares, científicas, etc.) que influyen cada vez más en la vida de nuestras sociedades. Estos aspectos de la situación actual obligan al Estado a transformarse, buscando adecuarse a la misma. Mientras tanto, y es muy grave, persisten problemas que vienen desde hace mucho tiempo; es el caso de la injusticia estructural que existe a nivel internacional y en cada una de nuestras naciones. Esta injusticia es un factor determinante de la condición de la mayoría de los pobres que [constituyen la mayoría de la población de nuestro mundo. Debe reconocerse que, a pesar de líneas políticas que en la actualidad intentan responder al desafío de los pobres y a sus reivindicaciones de mejores condiciones de vida, el reto persiste. Hacer justicia es una exigencia ética; y para que sea efectiva en la sociedad, tiene que estar vigente en ámbitos sociales que trascienden el debate y la práctica política partidaria. Se requieren instrumentos apropiados y orientaciones válidas para que el Estado sea capaz de cumplir con el cometido de hacer justicia a los pobres.
El segundo hecho es que esa toma de conciencia de la crisis del Estado ha llevado gradualmente a los pueblos de América Latina (y especialmente a los de América del Sur) a optar, en el marco de elecciones nacionales (o encuestas de otra índole, en las que se decide el destino y las formas de convivencia nacional, como es el caso de reformas de la constitución, del Estado), por propuestas políticas que no son tradicionales. Los pueblos se preguntan de manera natural: ¿Cómo es posible que puedan seguir vigentes formas anacrónicas cuando la situación exige transformaciones? Los ciudadanos y las ciudadanas van adquiriendo una conciencia cada vez más clara del gran alcance que tiene su participación en los procesos sociales y políticos; entienden que es necesaria. En los tiempos actuales, teniendo presente las alternativas que se les ofrecen, en la mayoría de los casos, prefieren las de izquierdas. Aquellos que han demostrado tener una trayectoria pública caracterizada por esta tendencia han sido elegidos para gobernar en la mayoría de los países sudamericanos: Lula da Silva en Brasil, Michele Bachelet en Chile, Chávez en Venezuela, Kirchner en Argentina, Evo Morales en Bolivia, Tabaré Vázquez en Uruguay, son ejemplos en América del Sur. Observando esta situación, en la segunda mitad de la década actual, se puede afirmar que es muy diferente a la que existía cuando los militares tuvieron que retirarse a sus cuarteles.
Gobernar con justicia es ejercer el poder de manera adecuada a las necesidades y aspiraciones de todos los habitantes de un país. La experiencia de los años 1980 ha dejado sus enseñanzas, que los pueblos entienden no deben ser echadas en saco roto. Un Estado idóneo, cuyas formas se ajusten a la realidad vigente, es una reivindicación de la mayoría de los ciudadanos. Estas formas exigen cambios que den lugar a un mayor protagonismo de los sectores populares. Un Estado democrático es el que garantiza que se lleven a cabo elecciones en los debidos plazos, y que, al mismo tiempo, permite que se lleve a cabo un proceso de consulta permanente con las asociaciones de ciudadanos y ciudadanas a través de las organizaciones de la sociedad civil, sobre todo las que expresan la voluntad de los pobres, de los tradicionalmente postergados, de los oprimidos. Un diálogo constante con estos sectores es imperativo para legitimar el poder en ejercicio.
Este Estado, que hoy parece estar en proceso de consolidarse en América Latina (en situaciones diversas, según las realidades nacionales) exige no sólo un cambio de actitud, de conciencia, en las clases políticas, sino también entre los pueblos que han impulsado los cambios de gobierno. Entre ellos, hasta hace muy poco tiempo, predominaba una postura y una práctica de oposición.
Ahora están llamados a ejercer un apoyo crítico a quienes están en el poder. El imperativo es pasar de una actitud de resistencia a la de una militancia de adhesión circunspecta a los nuevos gobiernos. Para muchos este cambio de posición es difícil; no sólo porque las experiencias sociales y políticas que han tenido eran de resistencia, sino también porque, a veces, tienen conciencia de que en muchos casos, los nuevos gobiernos no están a la altura de lo que los sectores populares anhelaban. A pesar de las nuevas opciones políticas, hay quienes entienden que la crisis del Estado permanece, y que a esa crisis se suma el hecho de que quienes están actualmente en el poder tienden a perder la legitimidad que tuvieron cuando lo ganaron gracias al apoyo popular que recibieron por medio del voto. Esta situación marcada por dudas, por tensiones internas, también afecta a muchos cristianos que forman parte de comunidades populares o que han optado por que se haga justicia los pobres.
Entendemos que debemos tener en cuenta esta situación cuando nos planteamos, como cristianos, la pregunta: ¿qué tenemos que hacer en el plano político, en nuestras situaciones nacionales respectivas en América Latina? ¿Cómo enfrentar los desafíos de esta situación inédita? Se trata de una cuestión práctica, lo que significa que debe ser comprendida en el contexto de sus relaciones y que, también, como todo lo que tiene que ver con la acción, supone un cierto riesgo. ¿Qué hacer? Cuando enfrentamos situaciones en las que tenemos que tomar decisiones sobre lo que lo que se debe hacer (o no hacer) no es claro que lo que decidimos sea lo conveniente. Son muchas las oportunidades en las que la certeza de que estamos haciendo lo que corresponde tarde o temprano, deja de ser tal y comprendemos que la acción en la que nos empeñamos tendría que haber sido diferente. Según la tradición bíblica, nadie puede justificarse ante Dios. Por eso afirmamos que somos salvos por la gracia, y es por ésta, y sólo por ésta, que podemos alcanzar la justicia de Dios. Pensamos que es necesario tener presente en la conciencia estos convencimientos de la vida de fe cuando tomamos decisiones sobre nuestro quehacer social y político; no podemos erigirnos en salvadores de las situaciones que nos desafían. Pero estamos llamados a dar un testimonio de fe. A dar razón de lo que creemos. En cuestiones de nuestra práctica social y política muchas veces, en virtud de nuestra fe, estamos llamados al arrepentimiento.
Llama la atención un hecho muy frecuente en estos tiempos: una reivindicación muy firme de que la ética tenga una preeminencia cada vez mayor para definir la conducta. Esto se aprecia en la exigencia de que las distintas profesiones respeten, por todos los medios a su alcance, la deontología que las orienta. Esta tendencia se advierte sobre todo cuando consideramos la acción política; no sólo la que llevan a cabo los partidos políticos, sino también las diversas organizaciones de la sociedad civil. Esta preocupación por las cuestiones éticas es consecuencia, seguramente, de un período en el que se advierte una multiplicación de casos y procesos marcados por la corrupción. Y no es una excepción la administración del Estado, dado que en muchos de esos casos de corrupción los responsables son partidos y grupos que fueron votados por sectores populares. Es común percibir una actitud ambivalente por parte de estos sectores que, al mismo tiempo que quieren romper con los corruptos; sienten que no deben hacerlo.
En el Brasil gobernado por Lula, en Chile donde Bachelet es presidenta, en Argentina, en Bolivia, en Uruguay, en Venezuela (para citar algunos casos evidentes), este conflicto que se plantea, por un lado, entre una voluntad de ruptura frente a la comprobación de que todavía siguen existiendo prácticas extraviadas, inaceptables, y, por otro lado, el entendimiento de que vale la pena seguir sosteniendo con lealtad a los dirigentes que no han sucumbido a la tentación que ha inducido a la corrupción, crea tensiones, conflictos, perplejidad y hasta puede llevar al desencanto, a un desinterés creciente por la cosa pública, e incluso a una parálisis en la práctica.
Paso previo: una reflexión sobre corrientes éticas vigentes.
Me parece que, antes de intentar ofrecer algunas reflexiones positivas, es necesario adentrarnos en el campo de la teoría ética.
Puede que de este modo evitemos caer en trampas o enredos, propios de cosas que la prisa por actuar nos lleva a considerar de modo superficial. Diciéndolo con pocas palabras: en nuestro tiempo hay tres corrientes que predominan en el campo de la ética o la moral: existe una ética dogmática, que formula lo que se debe hacer antes de que llegue el momento de la decisión. Es una ética o moral de principios. Las normas tienen el significado de leyes que deben ser respetadas a todo precio. Las éticas legalistas de diverso tipo sirven de ejemplos. En realidad, el apremio, implícito a toda decisión existencial importante, queda eliminado por el carácter sagrado de normas fundamentales. En tiempos de Jesús de Nazaret, este tipo de ética era practicada por los fariseos.
Conviene precisar que generalmente quienes practican este tipo de moral son personas fiables. Como el mismo Jesús lo dijo en el “discurso evangélico” en la montaña (cf. Mt 5–7): la ley es siempre importante: No es posible hacer frente a las exigencias y avatares de la vida, sin tenerla en cuenta. Sin embargo, para ser fiel a Dios no tiene carácter supremo ni prioritario: “No penséis que he venido a abolir la Ley y los Profetas. No he venido a abolir, sino a dar cumplimiento. Sí, os lo aseguro: el cielo y la tierra pasarán antes que pase una i o una tilde de la Ley sin que todo suceda. Por tanto, el que traspase uno de estos mandamientos más pequeños y así lo enseñe a los hombres, será el más pequeño en el Reino de los Cielos; en cambio, el que los observe y los enseñe, ése será grande en el Reino de los Cielos. Porque os digo que, si vuestra justicia no es mayor que la de los escribas y fariseos, no entraréis en el Reino de los Cielos. Habéis oído que se dijo a los antepasados: No matarás; y aquél que mate será reo ante el tribunal. Pues yo os digo: Todo aquel que se encolerice contra su hermano, será reo ante el tribunal; pero el que llame a su hermano ‘imbécil’, será reo ante el Sanedrín; y el que le llame ‘renegado’ será reo ante la gehenna del fuego.
Si, pues, al presentar tu ofrenda en el altar te acuerdas entonces que un hermano tuyo tiene algo contra ti, deja allí tu ofrenda, delante del altar, vete a reconciliarte con tu hermano; luego vuelves y presentas tu ofrenda.” (Mt 5.17-ss)
Es verdad, las leyes morales son muy importantes. No obstante, en la vida práctica hay aspectos que no fueron ni son contemplados por la normatividad de las leyes que son fundamentales. Situándolo en el contexto de las comunidades cristianas populares de América Latina, es posible decir que los “principios morales” tienen que ser considerados a la luz de contextos que son cambiantes. En consonancia con estos (“Sí, pues, al presentar tu ofrenda en el altar te acuerdas entonces de que un hermano tuyo tiene algo contra ti…”) las relaciones humanas tienen más trascendencia (léase la continuación del pasaje en Mateo 5: 25 -43). No obstante, debe entenderse sin dudas que las leyes, aunque no son absolutamente prioritarias, son necesarias para vivir convenientemente. Hecha esta aclaración, sobre todo hay que decir que la prioridad es para quiénes nos acompañan, para “los otros”, sobre todo para aquellos que sufren injusticia y opresión., los pobres que nos rodean.
En segundo lugar cabe mencionar a aquel grupo de orientaciones morales que reciben el nombre de consecuencialistas. Son las que predominan en nuestro tiempo; proponen actuar de tal manera que se procure en toda situación obtener ventaja para sí, o para el grupo al que se pertenece. La tendencia ética preeminente de estas conductas proviene del utilitarismo. Es una ética individualista, que postula que el bienestar y la felicidad de la mayoría se logra cuando los obtenemos individualmente. En nuestro tiempo es la ética del mercado libre, que siempre busca obtener los mayores beneficios posibles para uno mismo. Admite, es verdad, la importancia del sacrificio; siempre y cuando sea el sacrificio del otro. En el día de hoy, entre latinoamericanos (aunque no sólo en América Latina) se propaga la así llamada “teología de la prosperidad” que afirma que Dios no quiere que existan pobres, lo que lleva a afirmar por consiguiente que “Dios anhela nuestra prosperidad”.
Es de lamentar que no se perciba que en el proceso social la prosperidad de una minoría se apoya en la vida de la mayoría pobre. Aquí está el problema: la felicidad individual, el bienestar del grupo al que uno pertenece, la prosperidad de los que llegan a vivir con privilegios, no es un don del cielo, sino sobre todo consecuencia de la injusticia social y política que se ejerce a través de las estructuras vigentes en la economía mundial. La ética consecuencialista, lamentablemente, es la que orienta el comportamiento de la mayoría de hombres y mujeres contemporáneos. A pesar de nuestra oposición a ella, tenemos que reconocer que muchas veces también caemos en sus redes: nos parece natural si algo nos ofrece ventajas; cuando podemos obtener beneficios y no examinamos por qué los tenemos mientras que a nuestro alrededor percibimos tanta injusticia y opresión. Esta tendencia ética no tiene en cuenta al otro y menos aún al pobre, al oprimido.
La tercera corriente, que ahora mencionamos, la podemos llamar ética finalista, o teleológica. Tiende a alcanzar un fin. No sólo para uno mismo o para la propia comunidad, sino para todos. Es aquella tendencia a la que más se adhieren las comunidades cristianas: buscan un fin. Metafóricamente hablando, el fin es el “reino de Dios” mentado en la Biblia, principalmente por Jesús de Nazaret. Es “el nuevo cielo y la nueva tierra”, “la nueva creación”, figuras de lenguaje que expresan la utopía de nuestra comunidad, el contenido misterioso de nuestro sueño. Hay que acercarse más a lo que los profetas, y sobre todo Jesús, nos dicen para poder precisar ese sueño y conseguir ver más claramente, con mayor justeza, lo que significa. En un intento de decirlo muy sintéticamente, “el Reino” pertenece a tres grupos de personas: a los niños (porque son inocentes), a los pobres (“porque vuestro es el Reino de Dios”, les dijo Jesús según San Lucas. Véase Lc 6: 20. En el discurso evangélico pronunciado en la montaña, la versión de San Mateo dice, hablándole a los discípulos: “Bienaventurados los pobres de espíritu, porque de ellos es el Reino de los Cielos”. Véase Mt 5:3). En el mismo Evangelio según San Mateo, Jesús añadió “Bienaventurados los perseguidos por causa de la justicia, porque de ellos es el Reino de los Cielos” (Mt 5:10) Se puede decir que el fin que buscan los creyentes es algo que la Biblia llama “reino”, y lo podemos entender como una sociedad, un mundo, un estado social preocupado y cuidadoso con los niños, los pobres y los que son perseguidos por causa de la justicia. También es el Reino del Espíritu”, que en la riqueza de significados que tiene en la Biblia se lo entiende asimismo por “reino de la libertad” (“Porque el Señor es el Espíritu, y donde está el Espíritu del Señor, allí está la libertad”, afirma San Pablo en 2da. Cor 3.17).
Fue necesario hacer este largo recorrido por las tendencias predominantes en las prácticas de nuestro tiempo para enfocar el desafío sobre qué hacer en nuestras situaciones concretas. Debe quedar claro que sólo pueden hacerse distinciones claras entre estas tendencias en el plano de la abstracción teórica. En la vida práctica, aunque seamos más favorables y simpatizantes de una de ellas sobre las otras (en mi caso, por ejemplo, doy prioridad a la ética finalista o teleológica), cabe reconocer que, algunas veces nos comportamos según una ética dogmática, otras siguiendo orientaciones consecuencialistas, y otras aún tendemos hacia un fin, hacia una meta. No obstante, las comunidades cristianas están llamadas a dar cuenta de su fe. Para ello uno de los campos ineludibles es el de la práctica social y política.
Un camino a seguir; un marco necesario.
¿Qué hacer? Procurar una meta es marchar hacia un fin, tender hacia un blanco. Los autores bíblicos, así como también grandes personalidades de otras religiones, emplean repetidas veces la metáfora del “camino” para comunicar el contenido y el sentido de la vida de fe. Es un camino “estrecho”, según Jesús. Podemos salir, escapar, desviarnos, escurrirnos de la senda. Perder el rumbo que buscamos; empeñados en hacer el bien, podemos perder el rumbo que buscamos. Ante estos riesgos, una cosa importante consiste en abalizar, en poner jalones que siempre tenemos que respetar (aquí se impone el uso de metáforas que tienen que ver con “el camino”. Advierto además, que esos jalones que requieren nuestro respeto, significan normas que deben ser observadas; es decir, leyes, mandatos). El camino a seguir es una senda que tenemos que cubrir con los pobres. Este es el marco del camino. No hay que perderlo. Salirse de ese marco es perder el camino en el que tenemos que andar. Ese marco es necesario.
Esta referencia al marco de la práctica social y política es algo que se puede entender mejor examinando el pensamiento de los grandes nombres que marcan la evolución de la teología cristiana a través de los siglos. Desde San Pablo (que expresa sus convicciones en la Epístola a los Romanos, en especial en los capítulos 12 y 13),de que la comunidad cristiana era el marco a respetar; a hacer valer; pasando por San Agustín, quien en la Ciudad de Dios, en el contexto de la crisis histórica que afectó al Imperio Romano a comienzos del siglo IV; señaló que la Iglesia era el soporte indicado para que la civitas romana no fuese destruida; siguiendo por Santo Tomás de Aquino y su comprensión de que es prioritario referirse a la ley natural, abriendo el curso a un profundo cambio de orientación teológica y capacitando así el pensamiento cristiano de Occidente para poder entrar en diálogo con el Islam y ganar fuerza y convicción; hasta que pocos siglos más tarde –cuando el Renacimiento y el Humanismo fueron tendencias que indicaron un cambio histórico que era impulsado por la burguesía- los aportes de la Reforma, principalmente de Lutero y de Calvino, que señalaron a los “órdenes de la creación” el primero, y al significado de la Ley (como norma para la vida individual y social, como aya que conduce al arrepentimiento y a la salvación) el segundo, implícita o explícitamente, que el camino hacia el “Reino” es indicado para ser respetado Todos ellos (y otros que los siguieron) entendieron que la definición de un marco era fundamental para la práctica social de los cristianos.
Reflexionar sobre el marco a respetar en el camino a seguir nos lleva a considerar la importancia de esta metáfora para poder indicar con aproximación esta certeza de nuestra fe. El camino es una imagen bíblica muy importante. No hay que olvidar que Abraham, padre de la fe, se puso en marcha desde su tierra natal, en Ur de los caldeos. El libro del Génesis, desde el capítulo 12 hasta el 25 nos relata algunas de sus andanzas y de los riesgos que corrió. Abraham comenzó a abrir el camino. También es la metáfora privilegiada para caracterizar el éxodo de Israel a través del desierto, durante los largos años vividos desde que fue liberado en Egipto hasta llegar a la tierra prometida a Abraham y a sus descendientes. Otro camino tuvo que recorrer el pueblo judío cuando sus dirigentes fueron conducidos al exilio babilónico. Camino de tristezas y pesares cuando vivieron la experiencia de aquella emigración forzosa. Volvieron al cabo de varias décadas; eso los llevó gradualmente a desandar el camino. Esta vez su marcha estuvo impulsada por la esperanza.
Jesús de Nazaret no tuvo una existencia sosegada; durante el período de su ministerio público marchó incesantemente de un lugar a otro de Palestina y los alrededores. Años más tarde, las comunidades cristianas que intentaban vivir la fe siguiendo las enseñanzas de Cristo fueron conocidas como seguidoras “del Camino” (Hch 9:2. También Hch 18:26; etc.). El mismo Jesús dijo ser “el camino, la verdad y la vida” (Jn 14:6). Sin embargo, advirtió a sus discípulos de los riesgos y dificultades que hay que enfrentar en su peregrinación. En el discurso evangélico del Evangelio de Mateo advirtió a los discípulos: “Entrad por la puerta angosta, porque ancha es la puerta y espacioso el camino que lleva a la perdición, y muchos son los que entran por ella; pero angosta es la puerta y angosto el camino que lleva a la vida, y pocos son los que la hallan”. (Mt. 13-14).
Utilizamos metáforas con el propósito de expresar algo que experimentamos y que los sustantivos de que disponemos en nuestro lenguaje no consiguen hacerlo. Se trata de una experiencia de la vida cristiana, en la que hay momentos alumbrados por una luz radiante y otros en los que nos rodean las sombras de la noche oscura del alma. Nuestra fe nos incita a seguir a Jesús por las sendas que conducen al “Reino”. El riesgo consiste en perder el rumbo, en entrar –aunque sea involuntariamente- por la puerta ancha y seguir por espaciosas avenidas donde el tránsito es fácil, mas errado el sentido. En el camino del testimonio social de la fe bíblica, en el día de hoy en Latinoamérica, ese sendero requiere fe, coraje, valentía. ¿Hay algún elemento objetivo que nos permita distinguir la senda a seguir? Entendemos que sí; hacerlo marchando con los pobres.
Tenemos mucho camino por andar. No perder el rumbo requiere hacerlo acompañados por Jesús. Es decir, marchando con los pobres.

Memoria de la caminada del cristianismo en América Latina y el Caribe, Elsa Tamez

Ustedes tienen mi texto que preparé para el libro de la conferencia. Sin embargo, he elaborado otra presentación. Soy profesora de Nuevos Testamento y en estos momentos enseño un cursos de exégesis en las cartas paulinas. Influida por el curso, decidí aquí preparar un nuevo documento utilizando el estilo retórico epistolar de la antigüedad. He escogido este estilo literario porque los mecanismos en la composición del discurso, así como los niveles de la connotación, permiten abarcar con mejor amplitud y profundidad la temática propuesta y a la vez captar la atención de la audiencia y tratar de persuadirla a comprometerse con el contenido del discurso. He inventado una carta, como se hacía en aquellos tiempos generalmente con el propósito recordar la tradición y encaminar a las nuevas generaciones. Existieron en la antigüedad colecciones de cartas de este tipo, como las cartas de Sócrates, y muy probablemente las Cartas Pastorales. Me sirvo de Priscila (o Prisca) como personaje ficticio remitente de una epístola dirigida a los delegados y delegadas de este conferencia. Ella, como ustedes saben, fue una de las figuras más importantes de la comunidad cristiana en sus orígenes: líder, predicadora y maestra. Su nombre aparece en el libro de Los hechos de los apóstoles y va siempre acompañado de su esposo Aquila, de quien sabemos casi nada; Priscila aparece por lo general en las narraciones de Lucas sobre el apóstol Pablo. De manera que encontrarán en la siguiente carta los elementos comunes del género retórico, como lo son: exordium o prooemium, propositio y rationes con narratio, argumentatio, refutatio y finalmente la peroratio o conclusio. También he incluido exhortaciones y doxologías, semejantes a las de las cartas del Nuevo Testamento. La epístola concluye con una bendición bastante conocida en el mundo ecuménico y es del músico y liturgista argentino Pablo Sosa. He optado por utilizar "el vosotros" como recurso de distanciamiento entre la autora real y el personaje protagonista, es decir entre mi persona y Priscila, además para los habitantes de este continente es innegable el sabor litúrgico y antiguo (con perdón de los españoles) del uso del "vosotros". Ustedes lo notarán.

Epístola de Priscila a los hermanos y hermanas
reunidos en Sâo Paulo Brasil
Capítulo I
1Yo, Priscila , sierva y apóstol de Jesucristo, por voluntad no de autoridades oficiales, sino de Dios nuestro creador, a los teólogos y teólogas reunidos en Sâo Paulo, Brasil, fieles al testimonio de nuestro Señor Jesucristo, 2quien nos mostró el camino del Reinado de Dios y su Justicia a través de su vida de fe, su muerte en la cruz por el imperio romano y su resurrección, de la cual María Magdalena y otras mujeres fueron testigos. Gracia y paz a vosotros.
3Ante todo, doy gracias a Dios por vosotros y vosotras, que siguen tercos y aferrados a las buenas nuevas para los pobres y excluidos, a pesar de tantos inconvenientes y malas noticias que reciben a diario sobre la pobreza, la violencia y la guerra que azotan a nuestros pueblos. 4Porque, como sabemos, los últimos informes del PNUD no son nada halagadores. Centroamérica sigue creciendo en la desigualdad y bajando en sus niveles de desarrollo, y los demás países del continente no logran despuntar hacia mejores niveles de vida. 5Además, no quiero que ignoréis hermanos míos lo que andan diciendo las malas lenguas: que la teología de la liberación se acabó, que la opción por los pobres es anacrónica y corresponde a los discursos de los 60ss. 6Pues no, de ningún modo. ¿Acaso los pobres han dejado de existir? ¿Ya tienen dónde dormir y qué comer? ¿Han encontrado trabajo los miles de desempleados? ¿Los niños de la calle regresaron a la escuela? 7No, al contrario, de todos vosotros es sabido que el pecado sigue reinando con toda su crudeza, y por eso la creación, es decir, la humanidad y su habitat, espera ansiosa la revelación de los hijos a e hijas de Dios, que sois vosotros y vosotras.
8Alguno de vosotros me dirá: "pero los problemas no son solo económicos, la violencia contra las mujeres trasciende la clase, y el racismo que se vive lo hace de igual manera." 9A estas palabras responderé: bien habéis dicho, y estoy absolutamente de acuerdo y bendito sea Dios porque lo percibís. ¿No veis que en el ser humano se entrecruzan varias experiencias? 10Los sujetos empobrecidos tienen rostros y cuerpos diferentes, distintos géneros, pues la creación de Dios, perfecta, releja esta diversidad. 11Y más aun, los hombres y las mujeres no solo tienen necesidades materiales, sino también espirituales. Necesitan del cariño y la pasión, del placer y el cuidado. 12La opción por los pobres es también por los excluidos de todo tipo. 13Por eso, en nombre de Dios, de Jesús el Cristo y del Espíritu Santo os ruego: amaos siempre entre vosotros, toleraos, cuidaos mutuamente, y que nadie se estime superior a otras y otros como lo hacen los que son del mundo, sino al contrario que vuestro vivir sea solidario, ejemplar y testimonial entre vosotros y con los demás. 14Y no se olviden de las mujeres, como tienen la costumbre. Insisto, si no las toman en cuenta no reflejan ni la gloria de Dios ni el testimonio de Jesús el galileo ni el Espíritu que fue también derramado sobre las mujeres y los jóvenes.
Capítulo II
1Os escribo esta carta respondiendo al pedido que me hiciera Wagner en nombre del comité organizador de la conferencia de la cual formáis parte, sobre la caminada de las iglesias en América Latina. 2Debo confesar que me resistí en un principio. Y esto por dos razones. Una porque yo me dedico más a escudriñar las Escrituras para servir al movimiento popular y comunitario de la Biblia, y otra porque no pocas veces la iglesia institucional me desespera. Gracias sean dadas a Dios porque su reino trasciende las iglesias. 3Pues bien, obligada casi a aceptar, más por cuestión de balance de género que por voluntad propia, me aboqué a reflexionar sobre el encargo. 4¡Ay de mí!, la desesperación no tardó en abrazarme al momento de pensar en la caminada. Demasiado grande era la tarea, ausente de toda claridad. ¿A qué iglesia debe referirme?, ¿qué novedades o contribuciones debo enfocar?, ¿qué pecados reprender? 5 Porque las mega iglesias neo-pentecostales me quitaban el sueño, no me dejaban dormir las herejías de las iglesias de la prosperidad; y el crimen del Padre Amaro, junto con otros abusivos de niños en todo el mundo y todas las iglesias, me apretó el alma de pura tristeza. 6Y lloré como una niña, como Jesús lloró sobre la ciudad de Jerusalén; porque yo no veía aquella alegría de las miles de comunidades cristianas hablando del Dios de los pobres. Pero en seguida recordé las palabras del sabio Qohélet que decía: "No digas que los tiempos pasados son mejores porque no es hablar con sabiduría".
7Entonces con el corazón aun contrito, pedí auxilio al Espíritu Santo, amiga fiel en nuestras tribulaciones, para que me mostrara su obra en su Santa Iglesia de Jesucristo en estos lugares y me reconfortara. Quería ver aquella caminada en la cual Dios se complacía. 8 Y he aquí, la misericordia y gracia de Dios se me reveló más grande, 9y puede constatar que el segundo Adán era mucho mayor que el primer Adán, como nos lo había ensañado mi colega, el apóstol Pablo, en su carta a las iglesias de Roma antes de caer preso en Cesarea por la causa de su Evangelio. 10Mi alma retomó su sitio y yo volví respirar con serenidad y optimismo. 11Porque a mis ojos apareció, como un gran río igual a aquel de río milagroso de la visión del profeta Ezequiel, todo lo hermoso que había también en las iglesias, y que era agradable a Dios, a la humanidad y a los excluidos.
12Y he aquí lo que vieron mis ojos: una red inmensa de trabajadores, honestos y entusiastas de la lectura comunitaria de la Biblia, corría por toda la América Latina y el Caribe; y muchos grupos de mujeres organizando talleres en todos los rincones del continente y creando nuevos paradigmas teológicos. 13¡Ah!, con apenas esas dos cosas, que realmente son una novedad en la caminada en los últimos años, ya un coro de ángeles cantaba a mis oídos un canto celestial. Pero el río siguió corriendo y el canto celestial apretó el ritmo y subió el tono cuando hice memoria de las redes de teología negra, y teología india que se siguen consolidando desde los 80s y continúan desafiando a las iglesias y al pensamiento sobre Dios. 14Y más redes fueron apareciendo: redes de liturgia renovada, redes de seminarios ecuménicos, redes de biblistas, encuentros de profesoras de teología, preguntas importantes sobre el diálogo interreligioso y tantas cosas más, insospechadas pocos años atrás. 15 Entonces cerrando los ojos exclamé: "Dios de los cielos, en verdad, quien tiene los ojos puestos solo en lo malo, ve solo lo malo, mas quien tiene los ojos puestos en lo bueno y en la fidelidad de Dios para con su pueblo ve lo bueno y no ignora lo desagradable. Porque lo bueno brilla a pesar de la densidad de las tinieblas".
16De inmediato apareció ante mi otra maravilla. Una de las más grandiosas, ¡loado sea el Señor que no abandona a los oprimidos!: las iglesias se pronunciaban sin miedo y con valor contra la guerra. Miles de cristianos, mujeres y hombres, ancianos, jóvenes y niños; religiosas y pastores, curas y laicas, jerarquías y sus bases no vacilaron ni dieron marcha atrás cuando por las calles se unían al repudio internacional contra la guerra de Irak. 17Me alegré y me dije: ¡esta es la Iglesia! y esta vez no llegó tarde a la historia, como es su costumbre. !Alabado sea Dios, bendito por los siglos de los siglos amén! 18Toda esta visión que me mostró el Espíritu de Dios me hizo sonreír con ternura y ayudó a quitarme el mal sabor que dejan las iglesias cuando se alejan de su misión de predicar, enseñar y practicar los valores del Reino, con entereza y pasión, sin temor y con valor.
Capítulo III
1Queridas hermanas y hermanos, lo que os acabo de decir ha sido como una introducción a la memoria de la caminada de todas las iglesias, para que veáis la situación en general con ecuanimidad y autocrítica. 2Nunca olvidéis la autocrítica, porque con ella la caminada se purifica. Y no temáis a las jerarquías ni a las instituciones, recordad que dentro de ellas no faltan líderes de alma noble que se guían más por la gracia que por la ley y la tradición. 3Como dicho esta en las Escrituras: "Para ser libres nos liberó Cristo, no volváis al yugo de la esclavitud." 4Oremos por la salud de los buenos obispos que nos quedan y por que una nueva generación siga sus pasos.
5Pues bien, yo se que vosotros esperáis que hable desde la tradición paulina, que es la que más conozco, ya que Diego seguramente os hablará desde la tradición petrina. No os asombréis por esos títulos ni les hagáis caso, lo hago para que me entendáis mejor.
6Ante este encargo, ¿qué diré? ¿Que me enorgullezco de todas sus denominaciones? ¡Lejos esté de mi tal cosa! Pues ya quedó claro que todas las iglesias caminan y también se desencaminan en su misión encomendada. 7Oro a Dios en nombre de Nuestro Señor Jesucristo para que más se encaminen que se desencaminen. 8Para vergüenza mía me apeno de algunas tendencias, especialmente de aquellas que creen que la piedad es un negocio; para satisfacción mía me enorgullezco de otras, más solidarias. 9Pero creedme: no todo lo que se ve bueno lo es, ni tampoco lo que parece perdido lo está. En todas las iglesias de tradición paulina, que muchos petrinos equivocadamente llaman "sectas", encontramos luces y también cosas de qué avergonzarnos.
10Pero dejémonos de palabrerías para que no demos lugar al adversario de hablar mal. Quiero que sepáis lo que ha pasado en más de 20 años en las iglesias del Consejo Latinoamericano de Iglesias (CLAI) al cual yo apoyo en mis oraciones. 11Lo que ha pasado no lo invento yo, sino lo dicen los documentos de sus asambleas, las cuales dejan ver las acciones del Espíritu en las iglesias miembros, así como también los distintos momentos de la historia que marcan la vida de los creyentes.
12¡Ah! Qué tiempos aquellos de Oaxtepec (1978)y de Huampaní (1982), tiempos de fe liberadora y de esperanza, cuando las 110 iglesias miembro confesaban su indeferencia al clamor de los sectores más olvidados y oprimidos y se comprometían a: atender los derechos humanos, a no espiritualizar la pobreza y a escuchar a las mujeres, los niños, los pueblos aborígenes y otros. 13Y, escuchad bien, en esa reunión se atrevieron a enviar una carta al dictador Anastasio Somosa de Nicaragua para que dejara el poder, porque como esta escrito en el documento final. "Donde quiera que haya un ser humano a quien se le impida vivir la plenitud de su humanidad, allí hay una situación de pecado". 14Y que decir de Huampaní, todo era esperanza a pesar de tanto sufrimiento que se sentía en nuestra América Latina y caribeña, a pesar de tanto dolor por los desaparecidos, torturados y asesinados. 15Había una gran fe en que las cosas iban a cambiar pronto y que el Reinado de Dios estaba muy cerca. 16¿Que no había conflictos y que todas las iglesias pensaban igual?, ¡De ninguna manera!. Se estaba consciente de que no todas las iglesias acogían el compromiso de igual forma y que muchos veces era más el deseo de los líderes que de las congregaciones. 17Los conflictos en verdad eran serios, ideológicos y teológicos dentro mismo de las iglesias y con otras iglesias, especialmente con aquellas evangélicas misioneras.
18¿Y de las mujeres, que nos cuentan las memorias? Sabemos bien que los líderes eran varones, pero, me pregunto, ¿cómo veían la participación de las mujeres? La historia nos dice que había apertura por parte de las estructuras y un asombroso despertar por parte de las mujeres. 19¿Sabíais que ya en el año 1977 un coloquio de mujeres cristianas del Caribe envió a Oaxtepec una carta que decía así: "que la mujer sea convocada en número significativo como partícipe con poder deliberante y electivo"? 20Y así fue en aquel tiempo: Quiero que sepáis que del año 84 al 91 hubo talleres de mujeres en todas las iglesias, miembro del CLAI y a veces no miembro, y que el pastorado de las mujeres aumentó, que varias mujeres estudiaron teología y que muchas se hicieron profesoras de instituciones teológicas. 21¿Y del Ecumenismo de ese tiempo que diré? El ecumenismo entre las iglesias cristianas era algo curioso. Como era claro para el CLAI que la unidad se componía en el camino solidario con los más pobres, las relaciones entre las confesiones se hacían más por visión y compromiso que por confesiones religiosas. 22El contexto estaba muy ideologizado y era este que unía por un lado pero desunía por otro.
23Y después, que diré de lo acontecido del 90 hasta hoy? Ya sabéis que todo cambió: aquellos años de horizontes diafanamente abiertos de compromiso se cerraron frente a la escasez de alternativas que detuvieran los males de la pobreza y exclusión. 24Hablo en términos humanos: no se supo qué hacer con la fascinación de los productos del mercado, debido a la nostalgia de la fe comprometida. Creció la incertidumbre y el desempleo y también creció la búsqueda de nuevos dioses y experiencias religiosas que dieran sentido al drama. 25Para tristeza mía y del apóstol Pablo, la gracia comenzó y está siendo hasta hoy suplantada por la búsqueda de ganancias, la salvación entró a la venta. 26Todos esos cambios se vieron y sobre todo se sintieron en las asambleas de Santiago (1995) y también de Barranquilla (2001), además del retroceso ecuménico y al mismo tiempo de las exigencias problemáticas del diálogo interreligioso. ¡Tremendos desafíos tenemos por delante!
27Pero no os desaniméis, los grandes desafíos nos abren horizontes y nos prohíben estancarnos en el pasado. 28Ante esto, os exhorto a mis hermanos paulinos y también petrinos: estudiad estas nuevas realidades, analizad que esta detrás de estas búsquedas y esforzaos por entender, pues a través de estas realidades también nos habla Dios. 29Pero mirad que no imitéis aquello que os aleja de la fe y la justicia de Dios revelada en el evangelio y su opción por los pobres y excluidos. 30No os engañéis, la pobreza y miseria del mundo es grande, no olvidéis nunca que la misión encomendada por Jesucristo fue la de llevar la buenas nuevas a los oprimidos, prisioneros y quebrantados de corazón. Y este mundo esta lleno de ellos.
31Quiero recordaos hermanos míos, que desde las asambleas de Santiago y Barranquilla han estado surgiendo muchas inquietudes sobre las mujeres y sobre el diálogo con otras religiones. Sobre esto es mi deseo hablaros y exhortaros a todos vosotros, delegados y delegadas a esta asamblea en Sâo Paulo.
Capítulo IV
1No quiero que ignoréis toda la riqueza que esta surgiendo entre los sabios y sabias de los pueblos originarios. 2Cómo me plazco yo al escuchar con tanta frescura lo que Dios desde la eternidad puso en boca de estos mis hermanos y hermanas que me hacen ver rostros de Dios morenos y me indican con tanta vehemencia y ternura otros caminos del Reinado de Dios, donde transitan más a gusto con su logos propio y su hablar de Dios desoccidentalizado. 3Y si yo me plazco en ellos, cuánto más nuestro Dios trino llamado misericordia, que se preocupa por sus criaturas y su creación, más que por la ortodoxia. 4No quiero ocultaros que, a veces, escuchar algunas historias de los orichas del pueblo negro me incomodan, porque son tan diferentes a lo que estoy acostumbrada en mi manera tradicional de escuchar sobre Jesucristo. 5Pero entiendo que mi cultura es otra, y que los pueblos deben expresar lo que su corazón les dice sobre Dios y sentir a su manera a Dios, singular o colectivo. 6Porque no es con la rectitud de la cabeza la mejor manera de hablar y conocer a Dios, sino con el corazón y el sentimiento, y si es así ¿cómo podrán ser sinceros en el hablar, el sentir y el querer del corazón si no lo hacen con su logos? 7De igual manera, no niego que Dios me ha hablado y exhortado a través de los relatos y poemas de nuestros pueblos originarios y afrodescendientes de América Latina y el Caribe. Alabo a Dios por eso.
8Alguno de vosotros dirá "Eso no es bueno, es un lujo, porque la situación de los pobres que mueren de hambre no permite incursionar en temas que nos distraen". 9Ante esto diré: de cierto os aseguro que si vosotros no abrís vuestro corazón a escuchar lo que de Dios dicen, con alma y cultura, sus hermanos los sabios y sabias indígenas y afros, vuestra palabra sobre Dios y vuestra opción por los pobres es de alcance limitado y selectivo. 10 ¿Habéis olvidado que en la antigüedad, cuando nacía el cristianismo nunca se originó de una sola forma, sino que varios cristianismos daban testimonio de la revelación de Dios, como bien lo ha dicho mi compañero de lucha Pablo Richard? 11No quiero pues que absoluticéis una sola forma de hablar de Jesucristo. 12Pero a vosotros, sabios y sabias, presentes y ausentes de esta asamblea, cristianos y fieles a la religiosidad de vuestros ancestros, no olvidéis jamás la opción por los pobres y los excluidos, 13porque esta es la identidad propia de la fe en Jesucristo y de Jesucristo, y asimismo lo mejor de la fe de vuestros antepasados morenos y afrodescendiente. 14Os exhorto con la autoridad que me ha sido dada por el pueblo excluido, que no os encerréis en vuestras formulaciones, 15 antes bien, articulaos con otros grupos marginados que comparten preocupaciones similares. Y no os combatáis entre vosotros y otros grupos de pobres, antes bien sentaos juntos y compartid vuestras reflexiones para que todos y todas nos edifiquemos en la fe y en el compromiso que Dios nos ha encomendado. 16 Y poned atención a lo que vuestras mujeres os dicen. Recordad que las tendencias del Espíritu son justicia paz y gozo.17Así pues, no olvidéis que la opción por los pobres es la otra cara de la dignidad humana y el respeto mutuo.
Capítulo V
1En cuanto a las mujeres, no quiero que sigáis ignorando el aporte que vienen dando desde hace más de 20 años. Antes bien, leed, conversad, alimentaos de su pensamiento. No les tengáis miedo, que nada malo os harán. 2Os suplico no repitáis lo que sucedió en la antigüedad cuando se oficializó el pensamiento de Cristo y la ekklesia de Dios y se excluyeron a las mujeres y otros pensamientos discordantes. 3Mirad cuánta cosa buena viene de ellas. Preocupaos por la violencia que se ejerce contra las mujeres y las niñas en la casa, la calle y la iglesia, por los poderes patriarcales de este mundo. Discutid con ellas sobre esto, dialogad entre vosotros, pero no excluyáis ni ignoréis. 4Pues bastante indignada estuve por vuestra conferencia pasada cuando en el libro preparatorio llamado 30 años de teología de la liberación no fuisteis capaces de incluir a ninguna mujer, siendo que aquí en Brasil y otras partes del continente hay no pocas. 5 Os ruego a los varones de esta conferencia que no solo tengáis buena voluntad con las mujeres, sino que tengáis voluntad verdadera y política, para que no ocurran estos escándalos de los cuales vosotros también os avergonzáis cuando los recordáis.
6Y a vosotras mujeres, no tengáis miedo de decir lo que pensáis sobre Dios. 7Porque ¿si no decís lo que pensáis cómo vais a caminar y transformar la iglesia que amáis y os hace sufrir? 8Recordad que el Espíritu Santo fue derramado en vuestros corazones para que seáis hijas libres de Dios. 9Tened paciencia, que los varones generalmente son más lentos en ver las riquezas que vienen de lugares no acostumbrados. 10Pero también, en nombre de Jesucristo, de Dios y del Espíritu Santo, os digo a vosotras las mujeres: jamás os olvidéis de los pobres en vuestra teología, enseñanza y práctica, sobre todo hoy, que su existencia en abundancia refleja la inhumanidad de toda la sociedad. 11Pues la emancipación es completada cuando todos y todas lo somos en plenitud.
12Y termino esta epístola rogando a todos los rostros de la teología que representan nuestra América Latina y caribeña, que deis un salto, pues los tiempos de hoy exigen que os aboquéis a reflexionar sobre los grandes retos éticos y contemporáneos. 13No os encerréis en vuestros aportes específicos. Antes bien desde vuestro propio lugar aportad y contribuid a los desafíos de la pobreza y exclusión, de las guerras y la violencia, las migraciones. 14Defended vuestro habitat contra aquellos que buscan enriquecerse a costa de la creación del Dios bendito, son aves de rapiña que se presentan en forma humana. Porque si no lo hacéis vosotros y vosotras ¿quién lo hará? ¡No esperéis que Dios haga todo por vosotros! 15Y poned mucha atención y entereza al diálogo entre las religiones para que no se blasfeme el nombre de Dios justificando las guerras. ¡Basta de guerras! 16Os ruego, os suplico: sed constructores de la paz entre las naciones y en vuestra propia nación. 17Y haced todo como cristianos humildes, pues como sabéis bien, somos apenas un tercio de cristianos en el mundo. 18Pero ante todo, gravad eternamente en vuestros corazones: ¡otro mundo es posible! Mientras tanto, tratad de vivir como resucitados.
19Os recomiendo a Elsa, amada de nuestra comunidad en Costa Rica, encargada de dar lectura pública a esta carta. 20Saludos os envía Aquila, mi querido esposo, y el apóstol Pablo de Tarso, mi colega. Ambos afanados tanto en la predicación como en el taller. El negocio anda mal, del taller por supuesto; orad por los artesanos. 21Gracia y paz recibid todos y todas los delegados a esta conferencia. 22Y ahora, que la bendición del Dios de Sara, Agar y Abraham, la bendición del Cristo que de María nació, la bendición del Santo Espíritu de amor que vela por vosotros cual madre por sus hijos descienda sobre todas y todos. Amén.
30 de julio de 2003, Sâo Paulo, Brasil

jueves, 7 de junio de 2007

ELSA TAMEZ (México, 1951)

La mujer que complicó la historia de la salvación. Génesis 16 y 21 a propósito de Agar, la esclava*

1. Lectura de la Biblia desde una perspectiva femenina y del tercer mundo
Intentar releer la Biblia desde estas perspectivas es difícil y conflictivo, pero necesario y urgente. Es difícil porque: a) al hacerlo desde la perspectiva tercermundista se socavan inevitablemente las bases de la elaboración teológica clásica occidental al tener como punto de partida y referente continuo la praxis de la liberación en un contexto de opresión; y b) al hacerlo desde una perspectiva de la mujer nos enfrentamos además no sólo con el problema de la ideología machista dentro del primer y tercer mundo, sino y sobre todo con el problema del dogma de autoridad bíblica. En este sentido resuelta más fácil releer la Biblia desde la perspectiva latinoamericana y tercermundista que desde la óptica de la mujer, porque en el primer caso la Biblia misma da las claves de lectura liberadora al presentar acontecimientos fundadores de sentido[1], los cuales se convierten en ejes o pautas de lectura de toda la Biblia desde la perspectiva de la liberación, tales como el Éxodo (evento fundante de sentido), que se prolonga en la práctica histórica de Jesús pasando por los profetas. El segundo caso, la perspectiva de la mujer, resulta más difícil porque la Biblia misma se produce en un ambiente estructurado patriarcalmente, y aunque se habla de liberación, la mujer no se siente mencionada explícitamente, a excepción de algunos casos tales como Débora, o el trato de Jesús con las mujeres. Las claves de lectura desde esta perspectiva son más difíciles de encontrar. De allí que algunas mujeres feministas rechazan la Biblia como Palabra de Dios, pues lo que ven es una legislación antifemenina. Sin embargo, de lo que sí estamos seguras es de que encontraremos la clave de lectura feminista si seguimos la clave de lectura de la liberación del pueblo oprimido.
Necesitamos, pues, replantearnos el problema de autoridad bíblica y buscar nuevos criterios hermenéuticos al acercarnos a la Biblia desde una perspectiva tercermundista y femenina. Este tema, advertimos, «es un cuento de nunca acabar[2]».
Experiencia y autoridad bíblica
Como latinoamericana reconozco que hay una falta de atención mayor a la situación de discriminación de la mujer en nuestro contexto. Una de las razones principales es el proceso de lucha por la liberación que viven los pueblos latinoamericanos pobres y sometidos. Actualmente la atención mayor recae, como un imán, en el genocidio de los campesinos e indígenas de Guatemala, en la desaparición y muerte de cientos de personas en El Salvador, Honduras, Chile, Argentina, Brasil; en las violaciones de los derechos humanos de las dictaduras del cono sur y su resistencia popular, y en la incertidumbre de lo que pasará en Nicaragua, un pueblo que intenta cambiar el estilo de vida común a los otros pueblos latinoamericanos.
Sin embargo, hay que reconocer también que esta situación que absorbe nuestra atención mayor, nos enseña que la mujer inmersa en este proceso latinoamericano, siente con más profundidad su condición de explotación-marginación-humillación, porque todo el ambiente machista tradicional se manifiesta con más crueldad y brutalidad en los agentes de la represión, sobre todo en lo que se refiere al sexo, y además, al interior de su propio círculo que lucha por la liberación, siente la marginación de sus mismos compañeros varones: en las decisiones, en los roles, etc. Es por eso que las mujeres latinoamericanas conscientes creemos que en el proceso de búsqueda de una nueva sociedad, no se puede dejar de lado y arrastrar esta defecto de las sociedades de subestimar seres humanos por su raza, sexo o etnia. La mujer latinoamericana se entrega con gran dedicación a la lucha por el bienestar del pueblo en general y en esa entrega reclama simultáneamente su derecho a ser humano pleno. Pero es obvio que en esta situación convulsionada y cambiante, en donde la historia marcha a grandes zancadas, la atención mayor se concentra no en una parte del sujeto histórico global, sino en su totalidad. Se reflexiona en lo que significa vida versus muerte de la mujer, varón, niños, ancianos, indígenas y negros. Esta reflexión sobre vida-muerte es la que capta el mayor interés actualmente.
Evidentemente que en esta situación se relativizan los conceptos teológicos tradicionales de autoridad bíblica. En estas situaciones donde la vida se vive en un hilo, fácilmente se rompe los esquemas dogmáticos tradicionales para buscar con desesperación otros, por que precisamente por vivir esta experiencia límite los cristianos buscan vivir intensamente la fe; y se preguntan, no son fines de ejercicio mental, sino por necesidad: ¿qué es la Palabra de Dios?, ¿cuál es la voluntad de Dios?, ¿en qué Dios creo?
Se da algo así como el tomar los panes del templo a pesar de la tradición (Mc 2, 25.26); el luchar un sábado contra Antioco Epífanes por la soberanía del pueblo macabeo y la fidelidad a la ley, quebrantando la misma ley; o el negar la interpretación bíblica como Palabra de Dios inmutable para afirmar el mensaje liberador del evangelio; es decir, buscar la Palabra de Dios, con el texto, a pesar del texto o contra el mismo texto bíblico. Con ello me parece que reconstruimos el texto para que esté más acorde con el evangelio, porque, paradójicamente, a veces se va contra un texto por fidelidad a la globalidad del texto bíblico.
Letty Russel, en su intento de buscar un nuevo paradigma de autoridad bíblica afirma que la autoridad bíblica se define en comunidad y no sobre la comunidad[3]; yo afirmaría desde mi perspectiva latinoamericana, que sí, se define en comunidad, pero teniendo como criterio el derecho a la vida. En otras palabras, el derecho de todos a la vida (don de Dios) le da a la comunidad la autoridad para discernir los criterios de autoridad bíblica. En lo concreto se manifiesta en la lectura del texto bíblico de una manera que favorezca a las grandes mayorías palabras populares, a los «preferidos de Yhavé». Esto sucede con frecuencia en las comunidades cristianas de base. La autoridad en cuanto a la estructura patriarcal de la Biblia queda igualmente relativizada en este proceso de lectura. Por lo general la gente de las comunidades supera este obstáculo en forma simplista diciendo que aquellos eran otros tiempos, nosotros vivimos en otros, pero el mensaje de Dios sigue siendo el de que todos podemos vivir bien y dignamente, pues para eso fuimos creados.
Hay una relación muy estrecha entre la vida de fe y la vida política y este espacio común es el que da lugar o propicia la creación de nuevas propuestas teológicas, hermenéuticas y pastorales. Lo más novedoso en cuanto a la hermenéutica es lo que llamamos relecturas bíblicas. Carlos Mesters, biblista del Brasil, dice que «es un fenómeno literario muy frecuente en la Biblia, por lo cual se utilizan texto antiguos de libros bíblicos ya existentes, en la composición de libros más recientes de la misma Biblia, confiriéndole así a esos textos antiguos un sentido nuevo»[4].
Una relectura actual es una nueva lectura histórica y militante de la Biblia, hecha con una opción consciente de óptica: La de los pobres, oprimidos. Hoy día los sectores cristianos que están involucrados también en la lucha específica de la mujer, reclaman la ampliación de esta óptica. No es suficiente tener una visión liberadora de la realidad, esto no garantiza una lectura feminista de la Biblia. Uno de los factores más importantes para hacer una lectura feminista de la Biblia es precisamente leer la Biblia con ojos de mujer, es decir, con conciencia feminista. Esto acaba de comenzar en América latina pero siempre ligando esta preocupación por la mujer con la preocupación de Jesús por los «pequeñitos» (Mt 25).
En busca de un paradigma de interpretación latinoamericana desde la perspectiva de la mujer
Los cristianos y cristianas inmersos en el proceso de liberación creemos que la Biblia tiene un sentido liberador para la vida. Dios se define como liberador por sus obras a favor de los oprimidos (lo hizo con Israel por ser pueblo oprimido, y con los poderes dentro del mismo Israel). El evento fundante de este sentido, dice Severino Croato, biblista argentino, es el Exodo, el cual «genera acontecimientos nuevos con sus lecturas correspondientes… Se celebra la liberación no como simple acción de gracias triunfal, sino como reconocimiento de la fe en el Dios Liberador, que todavía puede liberar»[5]. El pensar en Dios de esta manera surge de la experiencia de liberación del Exodo y de otras etapas críticas. Este eje se reinterpreta en la Biblia en situaciones nuevas con sentido nuevo.
Creo que otro gran eje paradigmático se articula coherentemente al del Exodo y es la práctica histórica de Jesucristo, la cual es una relectura del mismo Exodo[6] (no es necesario recalcar la misión liberadora de Jesús al incorporar[7] en su seno a todos los pobres y oprimidos de su época). Entonces este eje paradigmático nos guía a leer todo el texto bíblico desde una perspectiva de liberación. Siendo esto así, los textos patriarcales, racistas y clasistas de la Biblia quedan fuera de la órbita de este eje, y por lo tanto se neutralizan.
Hay en la Biblia relecturas de eventos fundamentales de sentido, que se hacen con el propósito de actualizar la fe en situaciones de crisis por que su impacto original cesó, entonces se releen no por curiosidad intelectual de conocer cosas antiguas, sino con el propósito de responder a situaciones de la vida presente. Nuestro presente, dice Carlos Mesters, entra y funciona «como filtro, criterio y luz en la búsqueda de sentido de los texto bíblicos»[8].
Aunque el canon está cerrado, la presencia de Dios no se cerró. Las mujeres cristianas, motivadas por el Espíritu, buscan en su vida actual ese Dios liberador del exódo y de Jesucristo que sigue actuando en la historia de hoy. La Biblia, atravesada por ese eje (porque en última instancia es sólo uno), nos revela cómo escuchar hoy en nuestra realidad su Palabra, o sea, se plantea como un criterio de discernimiento de la presencia de Dios hoy[9]. Las mujeres, orientadas por este eje, no tomarán nunca como norma un texto que ordene la sumisión.
La lectura de la Biblia desde esta perspectiva es conflictiva para la mujer, pues ellas oirán la voz de Dios a su favor, cosa que la mayoría de los varones no oyen por su visión, además de que salen afectados por sus privilegios que la tradición masculinizante de la cultura les ha otorgado. Pero esta conflictividad es sana porque nos hace pensar en lo que significa realmente conversión (metanoia) y Hombre Nuevo en toda la extensión de la palabra, lo cual incluiría cambiar radicalmente su actitud machista no sólo en términos teóricos, sino en la práctica y por convicción personal.
Pero, atención: leer la Biblia desde una perspectiva feminista y tercermundista incluye también el aceptar poner en confrontación a dos mujeres. Esto lo haremos en nuestra relectura más adelante.
a) La historia de una mujer oprimida: Agar (Génesis 16 y 21)
Por lo general, cuando en las iglesias se habla de la mujer en la Biblia se sacan a relucir las mujeres famosas, tales como Débora, la reina Esther, Sara, María, pero nunca se mencionan aquellas mujeres esclavas pobres o paganas, como la esclava egipcia de Sara: Agar; y si lo hacemos es para humillarlas y colocarlas como modelos negativos de ser mujer. Agar, pues, será para la lectura tradicional un modelo negativo porque se volvió rebelde y no se sometió a su patrona Sara.
Al leer los relatos de Sara y Agar (Gé 16, 1-14; 21, 8-20) la gente generalmente se identifica con Sara, la hermosa esposa del gran patriarca Abrahán, el padre de la fe. Esto se hace por dos razones: primero, porque a veces los relatos están construidos de tal forma que obligan al lector a que se identifique con el personaje preferido del narrador, que marcará junto con otros de su talla, la historia de Israel; y, segundo, porque los medios de comunicación actuales enfatizan continuamente la sumisión de los trabajadores. Entonces, se ve natural la actitud de Sara frente a Agar.
Por lo tanto, necesitamos ser conscientes de estos dos elementos y tomar distancia de ellos, para poder leer el texto o quizás reconstruirlo desde una perspectiva feminista tercermundista.
Esta historia, no extraña para las empleadas domésticas de hoy, ocurrió hace miles de años, durante la III Dinastía de Ur y la XII Dinastía Egipcia. Llega a nuestras manos a través de dos fuentes: la yahvista, Gén 16[10], redactada en el siglo X, y la elohísta, Gén 21[11], del siglo VIII. Ambos capítulos pueden ser variantes de una misma tradición[12], o dos acontecimientos separados[13]; eso no interesa para nuestra lectura, pues aunque hay ciertas diferencias, sobre todo en las acciones y caracteres de los personajes, vamos a leer el relato tal como aparece en el texto bíblico, es decir, tomaremos el 21 como continuidad del 16. Tampoco haremos caso de las posibles etiologías que produjeron el texto (la existencia de ismaelitas y el pozo de Lajai Roi), pues siguiendo a Von Rad, creemos que «el centro de gravedad no radica en las etiologías»[14]. Nuestra intención es, repetimos, leer la historia en su estado actual, desde la perspectiva de la esclava.
a) Agar e Ismael complican la historia de la salvación
Todo estaba bien planteado para la vida de Abrahán y Sara, pero una mujer esclava y su hijo quiebran la historia, marcándola con su presencia. ¿Quién es Agar?
Agar es una esclava, una criada al servicio de Sara, la esposa de Abrahán. Por aquel tiempo había pocos esclavos y por lo general estaban destinados al servicio doméstico. Sólo las personas muy acomodadas solían tener esclavos[15]. Abrahán y Sara eran esposos muy ricos y consideraban su riqueza como bendición de Dios, cosa común en el pensamiento hebreo. Un esclavo era una propiedad, un objeto que se compraba y vendía; su labor era de 20, 30 ó 40 siclos. Había distintas clases de esclavos; entre ellos estaban los prisioneros de guerra —que eran reducidos a esclavos—, los que se compraban, los hijos nacidos de esclavos que vivían en la casa patriarcal, los que se vendían a sí mismos a causa de su miseria y otros[16]. En la torah hay varias leyes que tratan de hacerle más fácil al vida a esos pobres esclavos.
En aquel tiempo las relaciones entre Egipto y Asia eran pacíficas[17] y por lo tanto, Agar no pudo haber sido una prisionera de guerra vendida a Abrahán. Lo más posible es que Agar haya sido comprada para atender a Sara, pues ya existía el tráfico de esclavos (Ge 17, 27), o también pudo haber sido una apiru[18] que se vendió a sí misma por su extrema pobreza. El texto no nos dice cómo llegó Agar a ser esclava de Sara, pero explica con claridad que era una esclava[19]. Agar era el tipo de esclava que atendía a la patrona, trabajaba en labores domésticas y servía de nodriza para los hijos de su ama.
Agar es una egipcia. Este es otro agravante para la situación de la muchacha. Los extranjeros (ger) en Israel eran discriminados y estaban contados entre los menos favorecidos: las viudas, los huérfanos y los pobres. Eran oprimidos; en las leyes hebreas se les recuerda varias veces a los israelitas no abusar de su servicios. La solidaridad de los hebreos se daba sólo entre los de su raza, por ese motivo se prefería buscas esclavos extranjeros en lugar de someter a los de su sangre. Los esclavos extranjeros quedaban en ese estatus a perpetuidad, mientras que los esclavos hebreos podían recobrar su libertad en el año del jubileo (Dt 25, 44-46). Agar estaba destinada a servir a Sara, a menos que los amos le concediera su libertad por gracia.
Agar es mujer y este hecho más la convierte en una persona triplemente oprimida: por su situación social, por su raza y por su sexo. Como todos saben, Israel era una sociedad patriarcal y por lo tanto la mujer ocupaba un lugar bastante secundario en la sociedad.
Pues bien, esta mujer egipcia y esclava es quien turba los magníficos planes de Dios para la pareja hebrea Sara y Abrahán.
El Señor promete a Abrahán una gran descendencia (Gén 15) y, paradójicamente su esposa no puede tener hijos. Se ha dicho que esto es para mostrar que para Dios no hay nada imposible; que es propio del estilo yahvista, que es un recurso literario para interesar al lector, pero ¿por qué no decir que esto sucede para darle paso en la historia de la salvación al gran contingente de marginados de la tierra?
Sara padece del mal más oprobioso para la mujer del mundo oriental: la esterilidad. Pero esta esterilidad, que será temporal, como lo sabremos más tarde, es bendición para Agar, pues ella será quien lleve en su vientre el primogénito de Abrahán.
Sara rehusa aceptar la esterilidad, a no darle descendencia a Abrahán y recurre a las leyes de familia de los hurritas, con las cuales estaban muy familiarizados[20]. Sara entrega su esclava a Abrahán como esposa. Que la esposa entregue a una de sus sirvientas a su esposo para que tuviera descendencia era una práctica común en la región mediterránea; los mismo hicieron Raquel y Lea. En esos caso los hijos de las esclavas eran legalmente hijos de la patrona. Un documento Nuzi trata del mismo caso de Sara:
«Si Gilimninu tiene hijos, Shennema no debe tomar otra esposa, pero Gilimninu no puede tenerlos, Gilimninu debe conseguirle a Shennema una mujer del país de Lullu (es decir, una esclava) como concubina. En este caso, Gilimninu tendrá derechos legales sobre la descendencia»[21].
Agar queda embarazada. Esta primera aparición de Agar ocurre después del capítulo 15. Dios promete a Abrahán una gran descendencia e inmediatamente en el capítulo siguiente Agar resulta embarazada de Abrahán. El cumplimiento de la promesa se inicia aquí pues nacerá un hijo de las entrañas de Abrahán (Gén 15, 4); eso sería lo normal según el código de familia de aquella época. El problema es que no era lo ideal para Abrahán y su clan, ni para la cultura hebrea, pues la presencia de la sangre esclava y extranjera enturbiaría el linaje. La bella señora hebrea Sara deberá concebir un hijo del patriarca (cap. 18) para que la promesa de la descendencia se cumpla sin ningún reparo para el narrador, la cultura y la tradición. Pero su concepción llegó tarde, porque a Ismael, el hijo de la esclava Agar, no se le podrá borrar de la historia, y estará siempre en medio de todos, exigiendo sus derechos de primogenitura y de ser hijo legítimo de Abrahán.
La aparición de Agar e Ismael en la historia patriarcal no es un simple truco para darle emoción o interés al relato, al «demorar» el cumplimiento de la promesa en Isaac[22]; lo será desde el punto de vista literario, pero no de su significación. Su contenido es desafiante y no se debe evadir. Si esta historia fue recogida por la tradición e incluida en la historia bíblica es porque tiene sentido para los lectores: los marginados exigen ser incluidos en la historia de la salvación, incluso como primogénitos. Ellos nos rompen los esquemas, nos complican la historia.
b) Agar rechaza su esclavitud
Agar, al pasar de sirvienta a concubina un hijo de Abrahán, tomó conciencia de su situación de esclava. Dios la ha bendecido con un hijo y ella no va a renunciar a él para cederlo a su patrona. Por lo tanto, Agar rompe con la legalidad y se cree una persona igual a su antigua ama. Agar ya no se sentía la esclava sin poder de decisión, ahora era la esposa embarazada del patriarca, y el cumplimiento de la promesa se iniciaba en ella. Tal vez Agar reconocía que era extranjera y esclava, pero sabía también que el gran rey Ameneses I no fue sangre real como lo anunció la profecía de Nferty[23] y sin embargo fundó la XII Dinastía de Egipto. Posiblemente Agar pensó que Abrahán estaba de su lado y no hizo caso de las leyes. Pero Sara exige que se apliquen. En el verso 5 Sara evoca una fórmula jurídica para pedir protección legal[24]: «mi agravio reicaga sobre ti; yo puse mi esclava en tu seno, pero al verse ella encinta me mira con desprecio…».
El Código Hamurabi penaba a las esclavas que al pasar a concubinas se igualaban a la esposa. La primera parte de esa norma no encaja con Sara, pero la segunda sí:
Una sacerdotisa del rango de naditum que está libre para casarse peor no para tener hijos, da a su esposo una esclava para darle hijos. Si la concubina trata de arrogarse una posición de igualdad con su patrona, la esposa deberá degradarla a su status original de esclava; pero no podrá venderla a otros (Cod. Ham. 146).
Sara ve amenazados sus derechos de esposa y patrona. Prefiere conservar su status de señora antes de conservar al hijo de Abrahán, quien también era suyo según las normas[25].
Abrahán obedece a Sara y a la ley antes que a los sentimientos de Agar y los suyos, pro su futuro hijo. Agar sale perdiendo. Abrahán rompe relaciones con Agar y la entrega a Sara, Agar es degradada a su antiguo status de sierva.
Sara no se conformó con eso. No la echó porque la ley (Cód. Ham. 146) lo prohibía en esas circunstancias, pero «dio en maltratarla con violencia (ana), v. 6, a tal grado que Agar huye desafiando todos los peligros del desierto.
Si Sara la oprimió más que nunca es porque quizás Agar se resistió. Para Agar era inaceptable volver a su antigua situación jurídica. Rechaza la esclavitud. No hace nada por granjearse a su patrona, por someterse a ella. La rebeldía de Agar se da a tal extermo que prefiere moror en el desierto. A Agar le quedaban dos alternativas: someterse a Sara y soportar sus golpes y humillaciones, o morir en el desierto. Agar elige la segunda. Huye[26].
c) Agar e Ismael, marginados de la historia (Gén 21)
En el capítulo 21, unido con el 16 por medio del verso 9, se da la patética escena de la expulsión de Agar e Ismael. Es una escena común entre las empleadas domésticas de nuestros pueblos. La muchacha es echada de la casa por tener un hijo con el patrón.
Hay una gran fiesta Sara está feliz porque su hijo propio, Isaac, ha sido destetado; pasó los primeros tres años de vida, tiempo acostumbrado para el destete. Todos están felices porque el segundo hijo del patriarca ya pasó los mayores riesgos de muerte infantil, y entra en una nueva etapa de vida. Los hermanitos Ismael e Isaac juegan[27] inocentemente.
Este cuadro de los niños le hace recordar a Sara que ya no necesita de Ismael, su hijo adoptivo. Su propio hijo Isaac ya pasó los peligros de la infancia. Ismael, el hijo de Abrahán, pero no de Sara, debe irse para no compartir la herencia con Isaac.
El comportamiento de Sara es egoísta y cruel, y tenemos que reconocerlo. Algunos comentarios han tratado de suavisar este comportamiento. Se ha dicho que Ismael no jugaba con Isaacc, sino que se mofaba[28] de él, y eso disgustó a su madre Sara. Sin embargo, como dice Speiser, «no hay nada en el texto que sugiera que Ismael estuviera abusando de Isaac; es un motivo deducido por lectores que se esfuerzan por suavisar el comportamiento de Sara»[29].
Este texto presenta un problema en cuando a la edad de Ismael. Obviamente el narrador (elohísta) le asigna una edad poco mayor que la de Isaac, pues Abrahán, cuando los despide, lo coloca en el hombro de Agar (v. 14) y más tarde Agar en el desierto lo acuesta bajo una mata (v. 15). Sin embargo, siguiendo la cronología de la fuente sacerdotal (P), el chico aquí debería tener unos 17 años.
Esto también ha sido empleado como argumento para disculpar a Sara de su crueldad. Si Ismael tiene 17 años y siempre pasa molestando y burlándose del pequeño Isaac, se ve natural que la madre reaccione protegiendo a su hijo. Pero nuestro relato elohísta pinta un tierno cuadro de dos chicos jugando durante la fiesta, por ello resulta más el egoísmo de Sara. Sara actúa así porque quiere ser la única señora, esposa y madre de la descendencia prometida, del heredero, y no porque tenga más visión que Abrahán o siga los planes de Dios más de cerca, como se ha dicho frecuentemente. Dios la deja actuar porque tiene otros planes para Agar, mejores que los que le esperan en la casa del Patriarca.
En este capítulo, Agar no es criada de Sara, sino una esclava de la casa que llegó a ser concubina; por lo tanto, Sara le pide a Abrahán, el jefe del clan, que la eche de la casa junto con su hijo:
Y dijo a Abrahán: «despide a esa criada y a su hijo, pues no va a heredar el hijo de esa criada juntamente con mi hijo Isaac» (Gén 21, 10).
Sara no se refiere a Ismael como hijo de Abrahán, sólo ve en él la sangre de la esclava egipcia; tampoco llama a Agar por su nombre, si no la llama «esa criada», frase despectiva. Sara, pues subraya las desigualdades sociales. Ismael es diferente a Isaac es el hijo de la señora de la casa.
La petición de Sara a Abrahán va contra la ley vigente de aquel tiempo. Aquí Sara rompe con la legalidad porque no le sirve. El hijo nacido de una esclava y de un amo es libre y no puede ser echado de la casa. La legislación que regía en aquella región, reconocía el derecho de elección en el hijo de la señora esposa, pero no el de la heredad; por lo tanto, el hijo de la esclava adoptado, en este caso Ismael, era igual a Isaac en cuanto a la heredad (Cód. Ham. 170). «Nadie puede cambiar esta legislación, ni la señora de la casa, y por ley jamás podía echar al hijo de Agar»[30]. Se recurre a la legislación cuando le sirve, y rompe con ella cuando le conviene.
Abrahán en un primer momento rehusó, pues amaba mucho a su hijo y tal vez también a Agar, que, dicho sea de paso, también podría ser una razón por la cual Sara actuaba con tanto celo[31]; además, quizá Abrahán no quería quebrantar la ley.
Por mandato del ángel del Señor, personaje que veremos más adelante, y no de Sara, Abrahán los despide seguramente muy a su pesar. El narrador describe una escena cargada de tristeza.
Levantóse, pues, Abrahán de mañana, tomó pan y un odre de agua, y se lo dio a Agar, le puso al hombro el niño y los echó (v. 14).
Agar no era la misma altanera y rebelde del capítulo 16. Aquí da lástima verla dirigirse al desierto con su hijo. En este capítulo no huye por decisión propia, sino que cumple la voluntad de Sara y Abrahán. Agar no se revela ante esa injusticia, pero tampoco pide por favor que no la echen. En realidad ella sale a respirar una libertad mayor: ha recuperado a su hijo, ahora es la única dueña de él; ni Abrahán ni Sara tienen derechos legales sobre el niño. Ella tendrá que luchar duro porque será madre y padre del muchacho, pero no será más objeto de nadie, mientras que Sara pertenecerá siempre a Abrahán.
La intención de Sara era marginarlos de la historia e instalarse ella como única dueña de la descendencia de Abrahán, pero la sangre de Abrahán en Ismael, ¿quién la podrá borrar? Sólo si mueren en el desierto se acaba la amenaza para Sara.
d) Dios bendice a Agar e Ismael
Dos veces fue la esclava a parar al desierto y dos veces el Angel del Señor[32] la socorrió. La primera vez la encontró embarazada cerca de una fuente (16, 7); la segunda, a punto de morir por falta de agua (21, 6). En ambas el Señor le dio sabios consejos y la bendijo.
Agar, en su primer encuentro con Dios, casi no lo cree; en su segundo, no lo duda, pues Dios la salva a ella y su hijo, cuando estaban a punto de morir.
La esclava Agar es la única mujer del antiguo testamento que tuvo la experiencia de una teofanía (manifestación de Dios), capítulo 16. Esto es sumamente revelador. Las teofanías las experimentaron los grandes hombres como Abrahán, Moisés, Jacob, fundadores de la fe hebrea, pero ¿una mujer esclava?, ¿egipcia?, ¿cómo pudo también tener el privilegio de ver y hablar con el Señor?, ¿será sólo porque Dios se compadeció de ella en el desierto? Agar experimenta esta teofanía porque el Señor quiere indicar que estos oprimidos también son sus hijos concreadores de la historia. Dios no les deja perderse en el desierto, ni morir sin dejar huella. Ellos tienen que vivir y crecer para desafiar pernnemente a los que hacen la historia desde arriba, desde sus intereses. Deben vivir para ser parte de la historia y luchar por ser sujetos de ella.
En el capítulo 16 Agar se sorprende de que este Dios de los hebreos se fije en ella, en una criada, es una pagana, en una mujer. Dice: «¿si será que he llegado a ver aquí las espaldas del que me ve?» (Biblia de Jerusalén). Tal vez a Agar nunca se le ocurrió que un Dios se le acercara por ser esclava. Por eso no está muy segura si lo que experimentó fue cierto. Quizás se pregunta: ¿de verdad me ve, me cuida, le intereso? Estoy fuera del clan abrahámico.
Curiosamente Agar le pone un nombre a Dios; lo llama el Dios que ve[33], porque este Dios vio su opresión y le ofreció grandes planes para el futuro de su hijo.
Cuando el Angel del Señor la encuentra en el desierto, seguramente desorientada, le pregunta: —Agar, esclava de Saray, de dónde vienes y a dónde vas?—. Estas no son simples palabras retóricas; están cargadas de sentido[34]. Abarcan la totalidad de su vida. «De dónde vienes» invoca una reflexión de su pasado: connota las preguntas ¿cómo has vivido tu vida, en la casa de Abrahán y Sara, qué has hecho de ella, qué piensas de tu pasado, qué has hecho contigo misma, qué te han hecho? «A dónde vas» connota una reflexión hacia el futuro: ¿cuáles son tus planes, cuál es tu esperanza, tu utopía, en qué crees?
Agar sólo contesta la primera pregunta, en forma honesta y valiente: —voy huyendo de mi patrona, Saray—. Con ello expresa su rechazo a la esclavitud, su vida pasada, a los maltratos de su jefa. En cuando a la segunda pregunta, Agar guarda silencio, no sabe qué decir, ni hacer, está desorientada; no tuvo tiempo de hacer planes, sencillamente huyó de la opresión.
El versículo 9 del capítulo 16 desconcierta en la trama. Los eruditos concuerdan en que es una inserción posterior[35]. No por ello se puede dejar de lado, estamos releyendo el texto en su redacción final, de manera que debemos interpretar estas palabras de acuerdo a la relectura.
El Angel del Señor aconseja a Agar que regrese y se someta a Sara, su antigua patrona de quien ya se había liberado. ¡Vaya consejo del Señor!, poniéndose del lado de los opresores, pensaría Agar, y también nosotros. Entendido así no va con el texto. Los planes del Señor no son que Agar vuelva a la opresión, o, como dicen algunos la hace volver porque «Yahvé no tolera e quebrantamiento de los ordenamientos legales». Lo que Dios quiere es que se salven ella y el niño y el único camino posible, por ahora, no es el desierto, sino el regreso a la casa de Abrahán. Ismael todavía no nacía; los tres primeros años de vida eran cruciales para su existencia; Ismael debía pasar todos los peligros de muerte, comunes antes del destete. Agar debe esperar un poco más, porque, además, Ismael debe nacer en la casa de Abrahán para poder mostrar su primogenitura (Dt 21, 15-17) y para entrar en la alianza por medio de la circuncisión (capítulo 17). Esto le garantizará participar en la historia de la salvación y le dará derecho a presentarse también como heredero de Abrahán.
Para Agar seguramente no fue fácil aceptar esta propuesta del Señor, pero éste agrega:
Multiplicaré de tal modo tu descendencia que por su gran multitud no podrá contarse (Gén 16, 10)
Para el cumplimiento de esta promesa habría primero que asegurar la vida de su hijo.
El Señor se la garantiza anunciándole de antemano su nombre y lo que será y hará en la historia.
Todo ello se debe a que Yahvé ha visto su aflicción. Las palabras de v. 11: «porque Yahvé ha oído tu aflicción», nos recuerda las palabras de Dios a Moisés sobre la vida de los hebreos en Egipto, y «he escuchado su clamor en presencia de sus opresores; pues ya conozco sus sufrimientos» (Ex 3, 7). Curiosamente en nuestro relato los sujetos están invertidos. Aquí son los hebreos acomodados, lo que oprimen a una egipcia esclava.
Es significativa la manera como el Señor se dirige a Agar, pues utiliza la forma clásica de «anunciación»[36]; aparecen los elementos de la concepción: (—Mira, que has concebido); el nacimiento: (—y dará a luz un hijo); el nombre del niño (—al que llamarás Ismael); el significado del nombre: (—porque Yahvé ha oído tu aflicción); y el futuro hijo: (—será un onagro humano, su mano contra todos y la mano de todos contra él; y enfrente de todos sus hermanos plantará su tienda).
No nos recuerda la anunciación de María, quien se llama a sí misma esclava, humilde sierva del Señor.
El segundo encuentro que Agar experimenta con el Señor ocurre en el capítulo 21. Esta escena es más triste. Agar no tiene agua, y su hijo está apunto de morir de sed. En el 16, el Señor inicia el diálogo; aquí Agar toma la iniciativa llorando a gritos, porque no quiere ver morir al niño, a quien lo puso lejos de su vista, bajo una mata (v. 15).
Agar grita con desesperación, sin ninguna pizca de esperanza. El Señor, entonces le habla desde los cielos (estilo elohísta) y le pregunta: —¿qué te pasa Agar? No le pregunta ni por el pasado ni por el futuro, sino por el presente. Su presente es de agonía, mezclada con angustia y desesperación. En el capítulo 16 Agar huyó por decisión propia, contaba con una fuente de agua y la acompañó una teofanía. Ahora está en el desierto, sola con su hijo casi muerto, sin posibilidad de volver al clan porque fue echada, sin una fuente para beber. Por eso en su ahora, su hoy, su presente, grita con desesperación. No piensa ni en el pasado ni el futuro, sino en el agua para que el chico y ella vivan.
—¿Qué te pasa Agar?
Agar no contesta, o porque el Señor no le dio oportunidad de hablar o porque su situación lo dice todo y los silencios hablan más.
El Señor en su solidaridad la reconforta:
No temas, porque Dios ha oído la voz del chico donde está ¡Arriba: levanta al chico y tenle de la mano, porque he de convertirle en una gran nación! (v. 18).
No le da el agua de inmediato, sino que antes le infunde valor, coraje, ánimo, esperanza. Dios ha oído la voz del niño Ismael, por eso se llama Ismael, porque siempre estará Dios presto para oír los lloros del hijo de la esclava. Ismael significa en hebreo «Dios oye», y Dios oirá siempre a los chicos como Ismael que agonizan por causa de la injusticia.
Agar tiene que dejar de gritar a costa de lo que fuere. Deberá levantarse y levantar al chico para luchar contra las inclemencias del desierto. Debe asir la mano de su hijo, con fuerza, es decir, darle apoyo, coraje[37]. Este era el trabajo del padre en el antiguo oriente; en nuestro relato es Agar, la madre, quien tiene que luchar sola, con mano segura, para salir adelante y fundar una descendencia. Agar le busca esposa (v. 21). Ella es como muchas mujeres latinoamericanas pobres, quienes al ser abandonadas por sus maridos velan doblemente sin descanso por su familia.
Dios logra infundirle un soplo de esperanza a Agar; Agar revive; Dios le abrió los ojos (v. 19a), y ella fue capaz de ver un pozo de agua (v. 19b). Fue, llenó el ocre de agua y dio de beber al chico (19 c).
Ismael crecerá, dice la anunciación, y será un «onagro humano», literalmente significa un asno salvaje humano (v. 16-12). Es decir, Ismael será uno que no se dejará dominar, domesticar. Su madre lo formará así. No será esclavo como Agar; será libre en el desierto y un gran arquero (21, 20). Estas eran grandes cualidades de los habitantes del antiguo oriente[38]. Le costará sobrevivir en el camino entre Egipto e Israel. Se reirán de él»[39], pero él no renunciará a su vida de beduino. «Su mano estará contra todos y todos contra él (16, 12), pero logrará implantar su tienda enfrente de todos sus hermanos. Nadie lo podrá ignorar, y todos sabrán la gran injusticia que se cometió contra él y su madre al intentar borrarlos de la historia.
Por fin Agar y su hijo serán libres de los opresores egipcios y de los discriminadores hebreos. Sólo estarán unidos a Yahné, el Señor, por medio del pacto de la circuncisión (capítulo 17) y por causa de su nombre Ismael —Dios oye—, pues siempre estará Dios dispuesto a socorrerlos en su nueva vida.
Los pobres complican la historia de la salvación, construida por los grandes, pero la acción de Dios en su favor nos enseña que esa historia debe ser reconstruida.
* Tomada de Solidaridad (Colombia), mayo, 1984, año VI, n. 54, pp. 22-32.
Notas
[1]. Severino Croatto, Liberación y libertad, pautas hermenéuticas, Lima 1978, 8.
[2]. El problema hermenéutico y de autoridad bíblica desde la perspectiva feminista también se lo ha planteado desde hace cuatro años el grupo de Trabajo de Teología de la Liberación de Américan Academy of Religion (AAR) que concluyó esta temática el 20 de diciembre en Dallas, Texas, con las siguientes palabras de Letty Russell: —We can see from these very random remarks that there is a great deal of work to be done. We are still at the stage of finding our way in our own contexts, yet we ned a plan for exploring and working together in this important area of liberation and feminist interpretation of the Bible.
[3]. Letty Russell, «In of a Critical Feminist Paradigma for biblical interpretation», ponencia inédita presentada en el encuentro de Dallas, diciembre, 1983.
[4]. Carlos Mesters, Por Tras das Palavras I, Petrópolis 1975, 91.
[5]. Severino Croato, o. c., 26.
[6]. Cf. el comentario al evangelio de Juan de J. Mateos y J. Barreto (Madrid, ed. Cristiandad, 1970), y la obra inédita de Roberto Hurtado, Las exigencias del seguimiento a Jesús, Relectura en el evangelio de Marcos, 1983.
[7]. Severino Croato, o. c., 8.
[8]. Carlos Mesters, o. c., 131.
[9]. Pablo Richard, Cristianismo, lucha ideológica y racionalidad socialista, Salamanca 1975, 78.
[10]. Los v. 1, 3 y 15 son sacerdotales (P).
[11]. Los v. 1 al 2 son mezcla de yahvista y sacerdotal; los v. 3 al 5 son sacerdotes.
[12]. Skinner, International Critical Comentary, Genesis, London 1980, 285.
[13]. Gerhard Von Rad, El libro del Génesis, Salamanca 1977, 239.
[14]. Ibid., aunque disentimos con él cuando enfatiza la inserción del relato se debe a la intención del redactor de demorar el cumplimiento de la promesa.
[15]. J. A. Larraya, Esclavo, en Enciclopedia de la Biblia III, Barcelona 1964, 100.
[16]. Ibid., 100-104.
[17]. E. Cassin y otros, Los Imperios del Antiguo Oriente, México 1974, 287.
[18]. Término difícil de precisar, aparece en ugarítico, acádico, egipcio y otros idiomas antiguos, se le aplicaba a un grupo de gente marginada, mercenaria, bandolera, ladrona, pobre, sin tierra, subersivos, sin identidad étnica, etc.
[19]. En el capítulo 16 se utiliza la palabra hebrea shafjat, y en el 21 ´amah; éstas son dos palabras sinónimas para criada o esclava.
[20]. E. A. Speiser, Genesis, New York 1982, 121.
[21]. Ibid., 120.
[22]. Así Von Rad, o. c., 239.
[23]. E. Cassin, o. c., 272.
[24]. Von Rad, o. c., 235.
[25]. Schökel y Mateos, Pentateuco I, Génesis y Exodo, Madrid 1970, 74.
[26]. En este capítulo 16 Agar no regresa y da a luz en el desierto. El v. 9 es una inserción posterior hecha con el fin de darle continuidad al relato en el capítulo 21. Cf. Von Rad, Shinner, Speiser, Schokel y otros.
[27]. Texto hebreo: «vio a Ismael jugando», los LXX agregan con su hijo; la mayoría de los estudiosos sigue los LXX.
[28]. La palabra hebrea tsahaq significa «jugar», «reír», para que signifique burlarse de mofarse, debe estar precedida por una b. Cf. Skinner, o. c., 322.
[29]. Speiser, o. c., 155.
[30]. Emanuelle Testa, Genesi, Roma 1972, 210.
[31]. A. Schöler y Mateos, o. c., 75.
[32]. En hebreo Mal´ak, mensajero. El ángel de Yahné o Elohim «personaliza la palabra y acción de Dios, que Dios dirige a la tierra», Westermann y Jenni, Diccionario Teológico Manual del AT I, Madrid 1978, 1232. Para Von Rad, aquí no hay diferencias entre el ángel del Señor y el propio Yahvé, o. c., 236.
[33]. La frase hebrea presenta problemas de traducción. Estamos siguiendo la traducción de la Biblia de Jerusalén.
[34]. Von Rad, o. c., 237.
[35]. Cf. nota 26.
[36]. A. Schökel y Mateos, o. c., 76.
[37]. Speiser, o. c., 157.
[38]. Von Rad, o. c., 237.
[39]. Hay una leyenda egipcia que se burla de la bravura de un tal Qadardi. Seguramente la utilizó el redactor egipcio para mofarse de la historia de los ismaelitas. Nótese el parecido con el descendiente ismaelita Qader. La leyenda trata de un fugitivo de la guerra, que lleno de miedo, embiste con un animal salvaje precisamente debajo de una mata en el desierto. Emanuelle Testa, o. c., 212.