jueves, 7 de junio de 2007

ELSA TAMEZ (México, 1951)

La mujer que complicó la historia de la salvación. Génesis 16 y 21 a propósito de Agar, la esclava*

1. Lectura de la Biblia desde una perspectiva femenina y del tercer mundo
Intentar releer la Biblia desde estas perspectivas es difícil y conflictivo, pero necesario y urgente. Es difícil porque: a) al hacerlo desde la perspectiva tercermundista se socavan inevitablemente las bases de la elaboración teológica clásica occidental al tener como punto de partida y referente continuo la praxis de la liberación en un contexto de opresión; y b) al hacerlo desde una perspectiva de la mujer nos enfrentamos además no sólo con el problema de la ideología machista dentro del primer y tercer mundo, sino y sobre todo con el problema del dogma de autoridad bíblica. En este sentido resuelta más fácil releer la Biblia desde la perspectiva latinoamericana y tercermundista que desde la óptica de la mujer, porque en el primer caso la Biblia misma da las claves de lectura liberadora al presentar acontecimientos fundadores de sentido[1], los cuales se convierten en ejes o pautas de lectura de toda la Biblia desde la perspectiva de la liberación, tales como el Éxodo (evento fundante de sentido), que se prolonga en la práctica histórica de Jesús pasando por los profetas. El segundo caso, la perspectiva de la mujer, resulta más difícil porque la Biblia misma se produce en un ambiente estructurado patriarcalmente, y aunque se habla de liberación, la mujer no se siente mencionada explícitamente, a excepción de algunos casos tales como Débora, o el trato de Jesús con las mujeres. Las claves de lectura desde esta perspectiva son más difíciles de encontrar. De allí que algunas mujeres feministas rechazan la Biblia como Palabra de Dios, pues lo que ven es una legislación antifemenina. Sin embargo, de lo que sí estamos seguras es de que encontraremos la clave de lectura feminista si seguimos la clave de lectura de la liberación del pueblo oprimido.
Necesitamos, pues, replantearnos el problema de autoridad bíblica y buscar nuevos criterios hermenéuticos al acercarnos a la Biblia desde una perspectiva tercermundista y femenina. Este tema, advertimos, «es un cuento de nunca acabar[2]».
Experiencia y autoridad bíblica
Como latinoamericana reconozco que hay una falta de atención mayor a la situación de discriminación de la mujer en nuestro contexto. Una de las razones principales es el proceso de lucha por la liberación que viven los pueblos latinoamericanos pobres y sometidos. Actualmente la atención mayor recae, como un imán, en el genocidio de los campesinos e indígenas de Guatemala, en la desaparición y muerte de cientos de personas en El Salvador, Honduras, Chile, Argentina, Brasil; en las violaciones de los derechos humanos de las dictaduras del cono sur y su resistencia popular, y en la incertidumbre de lo que pasará en Nicaragua, un pueblo que intenta cambiar el estilo de vida común a los otros pueblos latinoamericanos.
Sin embargo, hay que reconocer también que esta situación que absorbe nuestra atención mayor, nos enseña que la mujer inmersa en este proceso latinoamericano, siente con más profundidad su condición de explotación-marginación-humillación, porque todo el ambiente machista tradicional se manifiesta con más crueldad y brutalidad en los agentes de la represión, sobre todo en lo que se refiere al sexo, y además, al interior de su propio círculo que lucha por la liberación, siente la marginación de sus mismos compañeros varones: en las decisiones, en los roles, etc. Es por eso que las mujeres latinoamericanas conscientes creemos que en el proceso de búsqueda de una nueva sociedad, no se puede dejar de lado y arrastrar esta defecto de las sociedades de subestimar seres humanos por su raza, sexo o etnia. La mujer latinoamericana se entrega con gran dedicación a la lucha por el bienestar del pueblo en general y en esa entrega reclama simultáneamente su derecho a ser humano pleno. Pero es obvio que en esta situación convulsionada y cambiante, en donde la historia marcha a grandes zancadas, la atención mayor se concentra no en una parte del sujeto histórico global, sino en su totalidad. Se reflexiona en lo que significa vida versus muerte de la mujer, varón, niños, ancianos, indígenas y negros. Esta reflexión sobre vida-muerte es la que capta el mayor interés actualmente.
Evidentemente que en esta situación se relativizan los conceptos teológicos tradicionales de autoridad bíblica. En estas situaciones donde la vida se vive en un hilo, fácilmente se rompe los esquemas dogmáticos tradicionales para buscar con desesperación otros, por que precisamente por vivir esta experiencia límite los cristianos buscan vivir intensamente la fe; y se preguntan, no son fines de ejercicio mental, sino por necesidad: ¿qué es la Palabra de Dios?, ¿cuál es la voluntad de Dios?, ¿en qué Dios creo?
Se da algo así como el tomar los panes del templo a pesar de la tradición (Mc 2, 25.26); el luchar un sábado contra Antioco Epífanes por la soberanía del pueblo macabeo y la fidelidad a la ley, quebrantando la misma ley; o el negar la interpretación bíblica como Palabra de Dios inmutable para afirmar el mensaje liberador del evangelio; es decir, buscar la Palabra de Dios, con el texto, a pesar del texto o contra el mismo texto bíblico. Con ello me parece que reconstruimos el texto para que esté más acorde con el evangelio, porque, paradójicamente, a veces se va contra un texto por fidelidad a la globalidad del texto bíblico.
Letty Russel, en su intento de buscar un nuevo paradigma de autoridad bíblica afirma que la autoridad bíblica se define en comunidad y no sobre la comunidad[3]; yo afirmaría desde mi perspectiva latinoamericana, que sí, se define en comunidad, pero teniendo como criterio el derecho a la vida. En otras palabras, el derecho de todos a la vida (don de Dios) le da a la comunidad la autoridad para discernir los criterios de autoridad bíblica. En lo concreto se manifiesta en la lectura del texto bíblico de una manera que favorezca a las grandes mayorías palabras populares, a los «preferidos de Yhavé». Esto sucede con frecuencia en las comunidades cristianas de base. La autoridad en cuanto a la estructura patriarcal de la Biblia queda igualmente relativizada en este proceso de lectura. Por lo general la gente de las comunidades supera este obstáculo en forma simplista diciendo que aquellos eran otros tiempos, nosotros vivimos en otros, pero el mensaje de Dios sigue siendo el de que todos podemos vivir bien y dignamente, pues para eso fuimos creados.
Hay una relación muy estrecha entre la vida de fe y la vida política y este espacio común es el que da lugar o propicia la creación de nuevas propuestas teológicas, hermenéuticas y pastorales. Lo más novedoso en cuanto a la hermenéutica es lo que llamamos relecturas bíblicas. Carlos Mesters, biblista del Brasil, dice que «es un fenómeno literario muy frecuente en la Biblia, por lo cual se utilizan texto antiguos de libros bíblicos ya existentes, en la composición de libros más recientes de la misma Biblia, confiriéndole así a esos textos antiguos un sentido nuevo»[4].
Una relectura actual es una nueva lectura histórica y militante de la Biblia, hecha con una opción consciente de óptica: La de los pobres, oprimidos. Hoy día los sectores cristianos que están involucrados también en la lucha específica de la mujer, reclaman la ampliación de esta óptica. No es suficiente tener una visión liberadora de la realidad, esto no garantiza una lectura feminista de la Biblia. Uno de los factores más importantes para hacer una lectura feminista de la Biblia es precisamente leer la Biblia con ojos de mujer, es decir, con conciencia feminista. Esto acaba de comenzar en América latina pero siempre ligando esta preocupación por la mujer con la preocupación de Jesús por los «pequeñitos» (Mt 25).
En busca de un paradigma de interpretación latinoamericana desde la perspectiva de la mujer
Los cristianos y cristianas inmersos en el proceso de liberación creemos que la Biblia tiene un sentido liberador para la vida. Dios se define como liberador por sus obras a favor de los oprimidos (lo hizo con Israel por ser pueblo oprimido, y con los poderes dentro del mismo Israel). El evento fundante de este sentido, dice Severino Croato, biblista argentino, es el Exodo, el cual «genera acontecimientos nuevos con sus lecturas correspondientes… Se celebra la liberación no como simple acción de gracias triunfal, sino como reconocimiento de la fe en el Dios Liberador, que todavía puede liberar»[5]. El pensar en Dios de esta manera surge de la experiencia de liberación del Exodo y de otras etapas críticas. Este eje se reinterpreta en la Biblia en situaciones nuevas con sentido nuevo.
Creo que otro gran eje paradigmático se articula coherentemente al del Exodo y es la práctica histórica de Jesucristo, la cual es una relectura del mismo Exodo[6] (no es necesario recalcar la misión liberadora de Jesús al incorporar[7] en su seno a todos los pobres y oprimidos de su época). Entonces este eje paradigmático nos guía a leer todo el texto bíblico desde una perspectiva de liberación. Siendo esto así, los textos patriarcales, racistas y clasistas de la Biblia quedan fuera de la órbita de este eje, y por lo tanto se neutralizan.
Hay en la Biblia relecturas de eventos fundamentales de sentido, que se hacen con el propósito de actualizar la fe en situaciones de crisis por que su impacto original cesó, entonces se releen no por curiosidad intelectual de conocer cosas antiguas, sino con el propósito de responder a situaciones de la vida presente. Nuestro presente, dice Carlos Mesters, entra y funciona «como filtro, criterio y luz en la búsqueda de sentido de los texto bíblicos»[8].
Aunque el canon está cerrado, la presencia de Dios no se cerró. Las mujeres cristianas, motivadas por el Espíritu, buscan en su vida actual ese Dios liberador del exódo y de Jesucristo que sigue actuando en la historia de hoy. La Biblia, atravesada por ese eje (porque en última instancia es sólo uno), nos revela cómo escuchar hoy en nuestra realidad su Palabra, o sea, se plantea como un criterio de discernimiento de la presencia de Dios hoy[9]. Las mujeres, orientadas por este eje, no tomarán nunca como norma un texto que ordene la sumisión.
La lectura de la Biblia desde esta perspectiva es conflictiva para la mujer, pues ellas oirán la voz de Dios a su favor, cosa que la mayoría de los varones no oyen por su visión, además de que salen afectados por sus privilegios que la tradición masculinizante de la cultura les ha otorgado. Pero esta conflictividad es sana porque nos hace pensar en lo que significa realmente conversión (metanoia) y Hombre Nuevo en toda la extensión de la palabra, lo cual incluiría cambiar radicalmente su actitud machista no sólo en términos teóricos, sino en la práctica y por convicción personal.
Pero, atención: leer la Biblia desde una perspectiva feminista y tercermundista incluye también el aceptar poner en confrontación a dos mujeres. Esto lo haremos en nuestra relectura más adelante.
a) La historia de una mujer oprimida: Agar (Génesis 16 y 21)
Por lo general, cuando en las iglesias se habla de la mujer en la Biblia se sacan a relucir las mujeres famosas, tales como Débora, la reina Esther, Sara, María, pero nunca se mencionan aquellas mujeres esclavas pobres o paganas, como la esclava egipcia de Sara: Agar; y si lo hacemos es para humillarlas y colocarlas como modelos negativos de ser mujer. Agar, pues, será para la lectura tradicional un modelo negativo porque se volvió rebelde y no se sometió a su patrona Sara.
Al leer los relatos de Sara y Agar (Gé 16, 1-14; 21, 8-20) la gente generalmente se identifica con Sara, la hermosa esposa del gran patriarca Abrahán, el padre de la fe. Esto se hace por dos razones: primero, porque a veces los relatos están construidos de tal forma que obligan al lector a que se identifique con el personaje preferido del narrador, que marcará junto con otros de su talla, la historia de Israel; y, segundo, porque los medios de comunicación actuales enfatizan continuamente la sumisión de los trabajadores. Entonces, se ve natural la actitud de Sara frente a Agar.
Por lo tanto, necesitamos ser conscientes de estos dos elementos y tomar distancia de ellos, para poder leer el texto o quizás reconstruirlo desde una perspectiva feminista tercermundista.
Esta historia, no extraña para las empleadas domésticas de hoy, ocurrió hace miles de años, durante la III Dinastía de Ur y la XII Dinastía Egipcia. Llega a nuestras manos a través de dos fuentes: la yahvista, Gén 16[10], redactada en el siglo X, y la elohísta, Gén 21[11], del siglo VIII. Ambos capítulos pueden ser variantes de una misma tradición[12], o dos acontecimientos separados[13]; eso no interesa para nuestra lectura, pues aunque hay ciertas diferencias, sobre todo en las acciones y caracteres de los personajes, vamos a leer el relato tal como aparece en el texto bíblico, es decir, tomaremos el 21 como continuidad del 16. Tampoco haremos caso de las posibles etiologías que produjeron el texto (la existencia de ismaelitas y el pozo de Lajai Roi), pues siguiendo a Von Rad, creemos que «el centro de gravedad no radica en las etiologías»[14]. Nuestra intención es, repetimos, leer la historia en su estado actual, desde la perspectiva de la esclava.
a) Agar e Ismael complican la historia de la salvación
Todo estaba bien planteado para la vida de Abrahán y Sara, pero una mujer esclava y su hijo quiebran la historia, marcándola con su presencia. ¿Quién es Agar?
Agar es una esclava, una criada al servicio de Sara, la esposa de Abrahán. Por aquel tiempo había pocos esclavos y por lo general estaban destinados al servicio doméstico. Sólo las personas muy acomodadas solían tener esclavos[15]. Abrahán y Sara eran esposos muy ricos y consideraban su riqueza como bendición de Dios, cosa común en el pensamiento hebreo. Un esclavo era una propiedad, un objeto que se compraba y vendía; su labor era de 20, 30 ó 40 siclos. Había distintas clases de esclavos; entre ellos estaban los prisioneros de guerra —que eran reducidos a esclavos—, los que se compraban, los hijos nacidos de esclavos que vivían en la casa patriarcal, los que se vendían a sí mismos a causa de su miseria y otros[16]. En la torah hay varias leyes que tratan de hacerle más fácil al vida a esos pobres esclavos.
En aquel tiempo las relaciones entre Egipto y Asia eran pacíficas[17] y por lo tanto, Agar no pudo haber sido una prisionera de guerra vendida a Abrahán. Lo más posible es que Agar haya sido comprada para atender a Sara, pues ya existía el tráfico de esclavos (Ge 17, 27), o también pudo haber sido una apiru[18] que se vendió a sí misma por su extrema pobreza. El texto no nos dice cómo llegó Agar a ser esclava de Sara, pero explica con claridad que era una esclava[19]. Agar era el tipo de esclava que atendía a la patrona, trabajaba en labores domésticas y servía de nodriza para los hijos de su ama.
Agar es una egipcia. Este es otro agravante para la situación de la muchacha. Los extranjeros (ger) en Israel eran discriminados y estaban contados entre los menos favorecidos: las viudas, los huérfanos y los pobres. Eran oprimidos; en las leyes hebreas se les recuerda varias veces a los israelitas no abusar de su servicios. La solidaridad de los hebreos se daba sólo entre los de su raza, por ese motivo se prefería buscas esclavos extranjeros en lugar de someter a los de su sangre. Los esclavos extranjeros quedaban en ese estatus a perpetuidad, mientras que los esclavos hebreos podían recobrar su libertad en el año del jubileo (Dt 25, 44-46). Agar estaba destinada a servir a Sara, a menos que los amos le concediera su libertad por gracia.
Agar es mujer y este hecho más la convierte en una persona triplemente oprimida: por su situación social, por su raza y por su sexo. Como todos saben, Israel era una sociedad patriarcal y por lo tanto la mujer ocupaba un lugar bastante secundario en la sociedad.
Pues bien, esta mujer egipcia y esclava es quien turba los magníficos planes de Dios para la pareja hebrea Sara y Abrahán.
El Señor promete a Abrahán una gran descendencia (Gén 15) y, paradójicamente su esposa no puede tener hijos. Se ha dicho que esto es para mostrar que para Dios no hay nada imposible; que es propio del estilo yahvista, que es un recurso literario para interesar al lector, pero ¿por qué no decir que esto sucede para darle paso en la historia de la salvación al gran contingente de marginados de la tierra?
Sara padece del mal más oprobioso para la mujer del mundo oriental: la esterilidad. Pero esta esterilidad, que será temporal, como lo sabremos más tarde, es bendición para Agar, pues ella será quien lleve en su vientre el primogénito de Abrahán.
Sara rehusa aceptar la esterilidad, a no darle descendencia a Abrahán y recurre a las leyes de familia de los hurritas, con las cuales estaban muy familiarizados[20]. Sara entrega su esclava a Abrahán como esposa. Que la esposa entregue a una de sus sirvientas a su esposo para que tuviera descendencia era una práctica común en la región mediterránea; los mismo hicieron Raquel y Lea. En esos caso los hijos de las esclavas eran legalmente hijos de la patrona. Un documento Nuzi trata del mismo caso de Sara:
«Si Gilimninu tiene hijos, Shennema no debe tomar otra esposa, pero Gilimninu no puede tenerlos, Gilimninu debe conseguirle a Shennema una mujer del país de Lullu (es decir, una esclava) como concubina. En este caso, Gilimninu tendrá derechos legales sobre la descendencia»[21].
Agar queda embarazada. Esta primera aparición de Agar ocurre después del capítulo 15. Dios promete a Abrahán una gran descendencia e inmediatamente en el capítulo siguiente Agar resulta embarazada de Abrahán. El cumplimiento de la promesa se inicia aquí pues nacerá un hijo de las entrañas de Abrahán (Gén 15, 4); eso sería lo normal según el código de familia de aquella época. El problema es que no era lo ideal para Abrahán y su clan, ni para la cultura hebrea, pues la presencia de la sangre esclava y extranjera enturbiaría el linaje. La bella señora hebrea Sara deberá concebir un hijo del patriarca (cap. 18) para que la promesa de la descendencia se cumpla sin ningún reparo para el narrador, la cultura y la tradición. Pero su concepción llegó tarde, porque a Ismael, el hijo de la esclava Agar, no se le podrá borrar de la historia, y estará siempre en medio de todos, exigiendo sus derechos de primogenitura y de ser hijo legítimo de Abrahán.
La aparición de Agar e Ismael en la historia patriarcal no es un simple truco para darle emoción o interés al relato, al «demorar» el cumplimiento de la promesa en Isaac[22]; lo será desde el punto de vista literario, pero no de su significación. Su contenido es desafiante y no se debe evadir. Si esta historia fue recogida por la tradición e incluida en la historia bíblica es porque tiene sentido para los lectores: los marginados exigen ser incluidos en la historia de la salvación, incluso como primogénitos. Ellos nos rompen los esquemas, nos complican la historia.
b) Agar rechaza su esclavitud
Agar, al pasar de sirvienta a concubina un hijo de Abrahán, tomó conciencia de su situación de esclava. Dios la ha bendecido con un hijo y ella no va a renunciar a él para cederlo a su patrona. Por lo tanto, Agar rompe con la legalidad y se cree una persona igual a su antigua ama. Agar ya no se sentía la esclava sin poder de decisión, ahora era la esposa embarazada del patriarca, y el cumplimiento de la promesa se iniciaba en ella. Tal vez Agar reconocía que era extranjera y esclava, pero sabía también que el gran rey Ameneses I no fue sangre real como lo anunció la profecía de Nferty[23] y sin embargo fundó la XII Dinastía de Egipto. Posiblemente Agar pensó que Abrahán estaba de su lado y no hizo caso de las leyes. Pero Sara exige que se apliquen. En el verso 5 Sara evoca una fórmula jurídica para pedir protección legal[24]: «mi agravio reicaga sobre ti; yo puse mi esclava en tu seno, pero al verse ella encinta me mira con desprecio…».
El Código Hamurabi penaba a las esclavas que al pasar a concubinas se igualaban a la esposa. La primera parte de esa norma no encaja con Sara, pero la segunda sí:
Una sacerdotisa del rango de naditum que está libre para casarse peor no para tener hijos, da a su esposo una esclava para darle hijos. Si la concubina trata de arrogarse una posición de igualdad con su patrona, la esposa deberá degradarla a su status original de esclava; pero no podrá venderla a otros (Cod. Ham. 146).
Sara ve amenazados sus derechos de esposa y patrona. Prefiere conservar su status de señora antes de conservar al hijo de Abrahán, quien también era suyo según las normas[25].
Abrahán obedece a Sara y a la ley antes que a los sentimientos de Agar y los suyos, pro su futuro hijo. Agar sale perdiendo. Abrahán rompe relaciones con Agar y la entrega a Sara, Agar es degradada a su antiguo status de sierva.
Sara no se conformó con eso. No la echó porque la ley (Cód. Ham. 146) lo prohibía en esas circunstancias, pero «dio en maltratarla con violencia (ana), v. 6, a tal grado que Agar huye desafiando todos los peligros del desierto.
Si Sara la oprimió más que nunca es porque quizás Agar se resistió. Para Agar era inaceptable volver a su antigua situación jurídica. Rechaza la esclavitud. No hace nada por granjearse a su patrona, por someterse a ella. La rebeldía de Agar se da a tal extermo que prefiere moror en el desierto. A Agar le quedaban dos alternativas: someterse a Sara y soportar sus golpes y humillaciones, o morir en el desierto. Agar elige la segunda. Huye[26].
c) Agar e Ismael, marginados de la historia (Gén 21)
En el capítulo 21, unido con el 16 por medio del verso 9, se da la patética escena de la expulsión de Agar e Ismael. Es una escena común entre las empleadas domésticas de nuestros pueblos. La muchacha es echada de la casa por tener un hijo con el patrón.
Hay una gran fiesta Sara está feliz porque su hijo propio, Isaac, ha sido destetado; pasó los primeros tres años de vida, tiempo acostumbrado para el destete. Todos están felices porque el segundo hijo del patriarca ya pasó los mayores riesgos de muerte infantil, y entra en una nueva etapa de vida. Los hermanitos Ismael e Isaac juegan[27] inocentemente.
Este cuadro de los niños le hace recordar a Sara que ya no necesita de Ismael, su hijo adoptivo. Su propio hijo Isaac ya pasó los peligros de la infancia. Ismael, el hijo de Abrahán, pero no de Sara, debe irse para no compartir la herencia con Isaac.
El comportamiento de Sara es egoísta y cruel, y tenemos que reconocerlo. Algunos comentarios han tratado de suavisar este comportamiento. Se ha dicho que Ismael no jugaba con Isaacc, sino que se mofaba[28] de él, y eso disgustó a su madre Sara. Sin embargo, como dice Speiser, «no hay nada en el texto que sugiera que Ismael estuviera abusando de Isaac; es un motivo deducido por lectores que se esfuerzan por suavisar el comportamiento de Sara»[29].
Este texto presenta un problema en cuando a la edad de Ismael. Obviamente el narrador (elohísta) le asigna una edad poco mayor que la de Isaac, pues Abrahán, cuando los despide, lo coloca en el hombro de Agar (v. 14) y más tarde Agar en el desierto lo acuesta bajo una mata (v. 15). Sin embargo, siguiendo la cronología de la fuente sacerdotal (P), el chico aquí debería tener unos 17 años.
Esto también ha sido empleado como argumento para disculpar a Sara de su crueldad. Si Ismael tiene 17 años y siempre pasa molestando y burlándose del pequeño Isaac, se ve natural que la madre reaccione protegiendo a su hijo. Pero nuestro relato elohísta pinta un tierno cuadro de dos chicos jugando durante la fiesta, por ello resulta más el egoísmo de Sara. Sara actúa así porque quiere ser la única señora, esposa y madre de la descendencia prometida, del heredero, y no porque tenga más visión que Abrahán o siga los planes de Dios más de cerca, como se ha dicho frecuentemente. Dios la deja actuar porque tiene otros planes para Agar, mejores que los que le esperan en la casa del Patriarca.
En este capítulo, Agar no es criada de Sara, sino una esclava de la casa que llegó a ser concubina; por lo tanto, Sara le pide a Abrahán, el jefe del clan, que la eche de la casa junto con su hijo:
Y dijo a Abrahán: «despide a esa criada y a su hijo, pues no va a heredar el hijo de esa criada juntamente con mi hijo Isaac» (Gén 21, 10).
Sara no se refiere a Ismael como hijo de Abrahán, sólo ve en él la sangre de la esclava egipcia; tampoco llama a Agar por su nombre, si no la llama «esa criada», frase despectiva. Sara, pues subraya las desigualdades sociales. Ismael es diferente a Isaac es el hijo de la señora de la casa.
La petición de Sara a Abrahán va contra la ley vigente de aquel tiempo. Aquí Sara rompe con la legalidad porque no le sirve. El hijo nacido de una esclava y de un amo es libre y no puede ser echado de la casa. La legislación que regía en aquella región, reconocía el derecho de elección en el hijo de la señora esposa, pero no el de la heredad; por lo tanto, el hijo de la esclava adoptado, en este caso Ismael, era igual a Isaac en cuanto a la heredad (Cód. Ham. 170). «Nadie puede cambiar esta legislación, ni la señora de la casa, y por ley jamás podía echar al hijo de Agar»[30]. Se recurre a la legislación cuando le sirve, y rompe con ella cuando le conviene.
Abrahán en un primer momento rehusó, pues amaba mucho a su hijo y tal vez también a Agar, que, dicho sea de paso, también podría ser una razón por la cual Sara actuaba con tanto celo[31]; además, quizá Abrahán no quería quebrantar la ley.
Por mandato del ángel del Señor, personaje que veremos más adelante, y no de Sara, Abrahán los despide seguramente muy a su pesar. El narrador describe una escena cargada de tristeza.
Levantóse, pues, Abrahán de mañana, tomó pan y un odre de agua, y se lo dio a Agar, le puso al hombro el niño y los echó (v. 14).
Agar no era la misma altanera y rebelde del capítulo 16. Aquí da lástima verla dirigirse al desierto con su hijo. En este capítulo no huye por decisión propia, sino que cumple la voluntad de Sara y Abrahán. Agar no se revela ante esa injusticia, pero tampoco pide por favor que no la echen. En realidad ella sale a respirar una libertad mayor: ha recuperado a su hijo, ahora es la única dueña de él; ni Abrahán ni Sara tienen derechos legales sobre el niño. Ella tendrá que luchar duro porque será madre y padre del muchacho, pero no será más objeto de nadie, mientras que Sara pertenecerá siempre a Abrahán.
La intención de Sara era marginarlos de la historia e instalarse ella como única dueña de la descendencia de Abrahán, pero la sangre de Abrahán en Ismael, ¿quién la podrá borrar? Sólo si mueren en el desierto se acaba la amenaza para Sara.
d) Dios bendice a Agar e Ismael
Dos veces fue la esclava a parar al desierto y dos veces el Angel del Señor[32] la socorrió. La primera vez la encontró embarazada cerca de una fuente (16, 7); la segunda, a punto de morir por falta de agua (21, 6). En ambas el Señor le dio sabios consejos y la bendijo.
Agar, en su primer encuentro con Dios, casi no lo cree; en su segundo, no lo duda, pues Dios la salva a ella y su hijo, cuando estaban a punto de morir.
La esclava Agar es la única mujer del antiguo testamento que tuvo la experiencia de una teofanía (manifestación de Dios), capítulo 16. Esto es sumamente revelador. Las teofanías las experimentaron los grandes hombres como Abrahán, Moisés, Jacob, fundadores de la fe hebrea, pero ¿una mujer esclava?, ¿egipcia?, ¿cómo pudo también tener el privilegio de ver y hablar con el Señor?, ¿será sólo porque Dios se compadeció de ella en el desierto? Agar experimenta esta teofanía porque el Señor quiere indicar que estos oprimidos también son sus hijos concreadores de la historia. Dios no les deja perderse en el desierto, ni morir sin dejar huella. Ellos tienen que vivir y crecer para desafiar pernnemente a los que hacen la historia desde arriba, desde sus intereses. Deben vivir para ser parte de la historia y luchar por ser sujetos de ella.
En el capítulo 16 Agar se sorprende de que este Dios de los hebreos se fije en ella, en una criada, es una pagana, en una mujer. Dice: «¿si será que he llegado a ver aquí las espaldas del que me ve?» (Biblia de Jerusalén). Tal vez a Agar nunca se le ocurrió que un Dios se le acercara por ser esclava. Por eso no está muy segura si lo que experimentó fue cierto. Quizás se pregunta: ¿de verdad me ve, me cuida, le intereso? Estoy fuera del clan abrahámico.
Curiosamente Agar le pone un nombre a Dios; lo llama el Dios que ve[33], porque este Dios vio su opresión y le ofreció grandes planes para el futuro de su hijo.
Cuando el Angel del Señor la encuentra en el desierto, seguramente desorientada, le pregunta: —Agar, esclava de Saray, de dónde vienes y a dónde vas?—. Estas no son simples palabras retóricas; están cargadas de sentido[34]. Abarcan la totalidad de su vida. «De dónde vienes» invoca una reflexión de su pasado: connota las preguntas ¿cómo has vivido tu vida, en la casa de Abrahán y Sara, qué has hecho de ella, qué piensas de tu pasado, qué has hecho contigo misma, qué te han hecho? «A dónde vas» connota una reflexión hacia el futuro: ¿cuáles son tus planes, cuál es tu esperanza, tu utopía, en qué crees?
Agar sólo contesta la primera pregunta, en forma honesta y valiente: —voy huyendo de mi patrona, Saray—. Con ello expresa su rechazo a la esclavitud, su vida pasada, a los maltratos de su jefa. En cuando a la segunda pregunta, Agar guarda silencio, no sabe qué decir, ni hacer, está desorientada; no tuvo tiempo de hacer planes, sencillamente huyó de la opresión.
El versículo 9 del capítulo 16 desconcierta en la trama. Los eruditos concuerdan en que es una inserción posterior[35]. No por ello se puede dejar de lado, estamos releyendo el texto en su redacción final, de manera que debemos interpretar estas palabras de acuerdo a la relectura.
El Angel del Señor aconseja a Agar que regrese y se someta a Sara, su antigua patrona de quien ya se había liberado. ¡Vaya consejo del Señor!, poniéndose del lado de los opresores, pensaría Agar, y también nosotros. Entendido así no va con el texto. Los planes del Señor no son que Agar vuelva a la opresión, o, como dicen algunos la hace volver porque «Yahvé no tolera e quebrantamiento de los ordenamientos legales». Lo que Dios quiere es que se salven ella y el niño y el único camino posible, por ahora, no es el desierto, sino el regreso a la casa de Abrahán. Ismael todavía no nacía; los tres primeros años de vida eran cruciales para su existencia; Ismael debía pasar todos los peligros de muerte, comunes antes del destete. Agar debe esperar un poco más, porque, además, Ismael debe nacer en la casa de Abrahán para poder mostrar su primogenitura (Dt 21, 15-17) y para entrar en la alianza por medio de la circuncisión (capítulo 17). Esto le garantizará participar en la historia de la salvación y le dará derecho a presentarse también como heredero de Abrahán.
Para Agar seguramente no fue fácil aceptar esta propuesta del Señor, pero éste agrega:
Multiplicaré de tal modo tu descendencia que por su gran multitud no podrá contarse (Gén 16, 10)
Para el cumplimiento de esta promesa habría primero que asegurar la vida de su hijo.
El Señor se la garantiza anunciándole de antemano su nombre y lo que será y hará en la historia.
Todo ello se debe a que Yahvé ha visto su aflicción. Las palabras de v. 11: «porque Yahvé ha oído tu aflicción», nos recuerda las palabras de Dios a Moisés sobre la vida de los hebreos en Egipto, y «he escuchado su clamor en presencia de sus opresores; pues ya conozco sus sufrimientos» (Ex 3, 7). Curiosamente en nuestro relato los sujetos están invertidos. Aquí son los hebreos acomodados, lo que oprimen a una egipcia esclava.
Es significativa la manera como el Señor se dirige a Agar, pues utiliza la forma clásica de «anunciación»[36]; aparecen los elementos de la concepción: (—Mira, que has concebido); el nacimiento: (—y dará a luz un hijo); el nombre del niño (—al que llamarás Ismael); el significado del nombre: (—porque Yahvé ha oído tu aflicción); y el futuro hijo: (—será un onagro humano, su mano contra todos y la mano de todos contra él; y enfrente de todos sus hermanos plantará su tienda).
No nos recuerda la anunciación de María, quien se llama a sí misma esclava, humilde sierva del Señor.
El segundo encuentro que Agar experimenta con el Señor ocurre en el capítulo 21. Esta escena es más triste. Agar no tiene agua, y su hijo está apunto de morir de sed. En el 16, el Señor inicia el diálogo; aquí Agar toma la iniciativa llorando a gritos, porque no quiere ver morir al niño, a quien lo puso lejos de su vista, bajo una mata (v. 15).
Agar grita con desesperación, sin ninguna pizca de esperanza. El Señor, entonces le habla desde los cielos (estilo elohísta) y le pregunta: —¿qué te pasa Agar? No le pregunta ni por el pasado ni por el futuro, sino por el presente. Su presente es de agonía, mezclada con angustia y desesperación. En el capítulo 16 Agar huyó por decisión propia, contaba con una fuente de agua y la acompañó una teofanía. Ahora está en el desierto, sola con su hijo casi muerto, sin posibilidad de volver al clan porque fue echada, sin una fuente para beber. Por eso en su ahora, su hoy, su presente, grita con desesperación. No piensa ni en el pasado ni el futuro, sino en el agua para que el chico y ella vivan.
—¿Qué te pasa Agar?
Agar no contesta, o porque el Señor no le dio oportunidad de hablar o porque su situación lo dice todo y los silencios hablan más.
El Señor en su solidaridad la reconforta:
No temas, porque Dios ha oído la voz del chico donde está ¡Arriba: levanta al chico y tenle de la mano, porque he de convertirle en una gran nación! (v. 18).
No le da el agua de inmediato, sino que antes le infunde valor, coraje, ánimo, esperanza. Dios ha oído la voz del niño Ismael, por eso se llama Ismael, porque siempre estará Dios presto para oír los lloros del hijo de la esclava. Ismael significa en hebreo «Dios oye», y Dios oirá siempre a los chicos como Ismael que agonizan por causa de la injusticia.
Agar tiene que dejar de gritar a costa de lo que fuere. Deberá levantarse y levantar al chico para luchar contra las inclemencias del desierto. Debe asir la mano de su hijo, con fuerza, es decir, darle apoyo, coraje[37]. Este era el trabajo del padre en el antiguo oriente; en nuestro relato es Agar, la madre, quien tiene que luchar sola, con mano segura, para salir adelante y fundar una descendencia. Agar le busca esposa (v. 21). Ella es como muchas mujeres latinoamericanas pobres, quienes al ser abandonadas por sus maridos velan doblemente sin descanso por su familia.
Dios logra infundirle un soplo de esperanza a Agar; Agar revive; Dios le abrió los ojos (v. 19a), y ella fue capaz de ver un pozo de agua (v. 19b). Fue, llenó el ocre de agua y dio de beber al chico (19 c).
Ismael crecerá, dice la anunciación, y será un «onagro humano», literalmente significa un asno salvaje humano (v. 16-12). Es decir, Ismael será uno que no se dejará dominar, domesticar. Su madre lo formará así. No será esclavo como Agar; será libre en el desierto y un gran arquero (21, 20). Estas eran grandes cualidades de los habitantes del antiguo oriente[38]. Le costará sobrevivir en el camino entre Egipto e Israel. Se reirán de él»[39], pero él no renunciará a su vida de beduino. «Su mano estará contra todos y todos contra él (16, 12), pero logrará implantar su tienda enfrente de todos sus hermanos. Nadie lo podrá ignorar, y todos sabrán la gran injusticia que se cometió contra él y su madre al intentar borrarlos de la historia.
Por fin Agar y su hijo serán libres de los opresores egipcios y de los discriminadores hebreos. Sólo estarán unidos a Yahné, el Señor, por medio del pacto de la circuncisión (capítulo 17) y por causa de su nombre Ismael —Dios oye—, pues siempre estará Dios dispuesto a socorrerlos en su nueva vida.
Los pobres complican la historia de la salvación, construida por los grandes, pero la acción de Dios en su favor nos enseña que esa historia debe ser reconstruida.
* Tomada de Solidaridad (Colombia), mayo, 1984, año VI, n. 54, pp. 22-32.
Notas
[1]. Severino Croatto, Liberación y libertad, pautas hermenéuticas, Lima 1978, 8.
[2]. El problema hermenéutico y de autoridad bíblica desde la perspectiva feminista también se lo ha planteado desde hace cuatro años el grupo de Trabajo de Teología de la Liberación de Américan Academy of Religion (AAR) que concluyó esta temática el 20 de diciembre en Dallas, Texas, con las siguientes palabras de Letty Russell: —We can see from these very random remarks that there is a great deal of work to be done. We are still at the stage of finding our way in our own contexts, yet we ned a plan for exploring and working together in this important area of liberation and feminist interpretation of the Bible.
[3]. Letty Russell, «In of a Critical Feminist Paradigma for biblical interpretation», ponencia inédita presentada en el encuentro de Dallas, diciembre, 1983.
[4]. Carlos Mesters, Por Tras das Palavras I, Petrópolis 1975, 91.
[5]. Severino Croato, o. c., 26.
[6]. Cf. el comentario al evangelio de Juan de J. Mateos y J. Barreto (Madrid, ed. Cristiandad, 1970), y la obra inédita de Roberto Hurtado, Las exigencias del seguimiento a Jesús, Relectura en el evangelio de Marcos, 1983.
[7]. Severino Croato, o. c., 8.
[8]. Carlos Mesters, o. c., 131.
[9]. Pablo Richard, Cristianismo, lucha ideológica y racionalidad socialista, Salamanca 1975, 78.
[10]. Los v. 1, 3 y 15 son sacerdotales (P).
[11]. Los v. 1 al 2 son mezcla de yahvista y sacerdotal; los v. 3 al 5 son sacerdotes.
[12]. Skinner, International Critical Comentary, Genesis, London 1980, 285.
[13]. Gerhard Von Rad, El libro del Génesis, Salamanca 1977, 239.
[14]. Ibid., aunque disentimos con él cuando enfatiza la inserción del relato se debe a la intención del redactor de demorar el cumplimiento de la promesa.
[15]. J. A. Larraya, Esclavo, en Enciclopedia de la Biblia III, Barcelona 1964, 100.
[16]. Ibid., 100-104.
[17]. E. Cassin y otros, Los Imperios del Antiguo Oriente, México 1974, 287.
[18]. Término difícil de precisar, aparece en ugarítico, acádico, egipcio y otros idiomas antiguos, se le aplicaba a un grupo de gente marginada, mercenaria, bandolera, ladrona, pobre, sin tierra, subersivos, sin identidad étnica, etc.
[19]. En el capítulo 16 se utiliza la palabra hebrea shafjat, y en el 21 ´amah; éstas son dos palabras sinónimas para criada o esclava.
[20]. E. A. Speiser, Genesis, New York 1982, 121.
[21]. Ibid., 120.
[22]. Así Von Rad, o. c., 239.
[23]. E. Cassin, o. c., 272.
[24]. Von Rad, o. c., 235.
[25]. Schökel y Mateos, Pentateuco I, Génesis y Exodo, Madrid 1970, 74.
[26]. En este capítulo 16 Agar no regresa y da a luz en el desierto. El v. 9 es una inserción posterior hecha con el fin de darle continuidad al relato en el capítulo 21. Cf. Von Rad, Shinner, Speiser, Schokel y otros.
[27]. Texto hebreo: «vio a Ismael jugando», los LXX agregan con su hijo; la mayoría de los estudiosos sigue los LXX.
[28]. La palabra hebrea tsahaq significa «jugar», «reír», para que signifique burlarse de mofarse, debe estar precedida por una b. Cf. Skinner, o. c., 322.
[29]. Speiser, o. c., 155.
[30]. Emanuelle Testa, Genesi, Roma 1972, 210.
[31]. A. Schöler y Mateos, o. c., 75.
[32]. En hebreo Mal´ak, mensajero. El ángel de Yahné o Elohim «personaliza la palabra y acción de Dios, que Dios dirige a la tierra», Westermann y Jenni, Diccionario Teológico Manual del AT I, Madrid 1978, 1232. Para Von Rad, aquí no hay diferencias entre el ángel del Señor y el propio Yahvé, o. c., 236.
[33]. La frase hebrea presenta problemas de traducción. Estamos siguiendo la traducción de la Biblia de Jerusalén.
[34]. Von Rad, o. c., 237.
[35]. Cf. nota 26.
[36]. A. Schökel y Mateos, o. c., 76.
[37]. Speiser, o. c., 157.
[38]. Von Rad, o. c., 237.
[39]. Hay una leyenda egipcia que se burla de la bravura de un tal Qadardi. Seguramente la utilizó el redactor egipcio para mofarse de la historia de los ismaelitas. Nótese el parecido con el descendiente ismaelita Qader. La leyenda trata de un fugitivo de la guerra, que lleno de miedo, embiste con un animal salvaje precisamente debajo de una mata en el desierto. Emanuelle Testa, o. c., 212.

miércoles, 7 de febrero de 2007

JULIO DE SANTA ANA (Uruguay, 1934)






Al llegar al fin del siglo XX, casi comenzando el venidero, se debe constatar que las expectativas creadas luego de la Segunda Guerra Mundial de poder erradicar la pobreza en nuestras sociedades, no han llegado a concretarse. Hubo un momento en el que se crearon condiciones que llevaron a muchos a creer que sería posible desencadenar procesos económicos, sociales y políticos que tendrían como consecuencia la superación de las condiciones de vida de las masas pobres del planeta. Cuando finalizó la tragedia bélica predominaba entre los líderes políticos y académicos la convicción de que era necesario evitar que se repitieran situaciones semejantes a las que hicieron que la humanidad desembocara en el horror de la guerra.
Era opinión generalizada que entre los aspectos que había que corregir estaba la gran diferencia social que producía tensiones y resentimientos que conducen a conflictos irreparables. La prioridad de la paz se impuso naturalmente, y para crear una situación exenta de conflagraciones que perturbaran la estabilidad de la situación internacional (muy tensa, dicho sea de paso, en el período de la inmediata post-guerra), era imperativo disminuir las tensiones sociales. Para ello, obviamente, había que crear estructuras socioeconómicas que contribuyeran a que los hombres y mujeres del mundo superaran la pobreza.
De ahí que uno de los mayores esfuerzos realizados entre los años l945-l950 fue el de impulsar un proceso sostenido de crecimiento económico que permitiera contribuir a la nivelación social en muchas partes del mundo. Este empeño fue muy claro en Europa y en el hemisferio americano. En otras regiones del planeta, el énfasis fue dado a la emancipación nacional y a la descolonización. Luego de la tragedia, tomando conciencia del horror que acarreó, los esfuerzos se volcaron hacia la construcción de un mundo de paz y bienestar.
Frente a la actitud esperanzada de los pueblos, la respuesta de la comunidad internacional fue clara. La Organización de las Naciones Unidas (ONU) decidió la creación del Consejo Económico y Social (ECOSOC), y se lanzó decididamente a procurar que se pusiesen en marcha programas de desarrollo. Fue decidida la creación de la Conferencia de las Naciones Unidas para el Comercio y el Desarrollo (UNCTAD), que tuvo como una de sus metas más importantes luchar contra las estructuras que generan la pobreza entre los pueblos del mundo. Siguiendo esa intención, desde los inicios de la década de los l960s, se propuso que hubiera transacciones comerciales equitativas, lo que permitiría a las naciones pobres poder superar la dependencia que caracterizaba su subdesarrollo. Ese comercio más justo les permitiría acumular suficientemente como para hacer inversiones en el campo de la salud, de la educación y en obras infraestructurales claramente necesarias para sus intereses.
El Plan Marshall, con el que los EE.UU. ayudaron a reconstruir Europa, mostró que, cuando existe una voluntad política definida en su favor, la ayuda internacional puede ser muy eficaz en procesos de reconstrucción social y de democratización. Fue una demostración de solidaridad, obviamente interesada, que consiguió poner en camino programas de crecimiento industrial en el país donador, y de reconstrucción en la devastada Europa. Si tal cosa se produjo en el Norte, ¿por qué no habría de ocurrir también en el plano de las relaciones de las naciones desarrolladas con las subdesarrolladas? Esta proposición de la mayoría de los países de la comunidad internacional no fue aceptadas por las naciones más ricas del planeta. No obstante, Holanda y los países escandinavos se aplicaron a ponerla en práctica. De ese modo dieron un testimonio de solidaridad. Esa ayuda procuraba sobre todo permitir que las poblaciones de los países que beneficiaban de la misma pudieran satisfacer, aunque fuese de modo parcial, sus necesidades básicas. Por cierto que no se debe tener una visión romántica acerca de los intereses que motivaban esta ayuda. Sin embargo, no tiene que descontarse el componente solidario que en parte la propulsó.
Los elementos de esta situación que hemos caracterizado tuvieron cierta vigencia hasta el principio de los l970s. A partir de ese momento comenzó a ser cada vez más evidente que sería prácticamente imposible poder plasmar las expectativas de disminuir la pobreza en el mundo. Otros factores contribuyeron a crear esta toma de conciencia: uno de ellos, muy importante, por cierto, es el crecimiento demográfico en ciertas áreas del planeta. Desde comienzos de la década mencionada se advierte un crecimiento innegable de la cantidad de pobres y miserables en muchos lugares del mundo, tanto en los países considerados como ‘desarrollados’ como entre los llamados ‘en desarrollo’. La situación es dramática entre los países menos desarrollados. Las necesidades básicas de una gran parte de la humanidad (25%) no llegan a ser satisfechas. Un nuevo tipo de pobres ha aparecido en naciones consideradas ricas: se caracteriza por ser subvencionado por los gobiernos, pero incapaz de conseguir un empleo al que aspiran, condenados a luchar sólo por su supervivencia.
Al mismo tiempo que empezó a advertirse este fenómeno, paulatinamente comenzaron a disminuir las prácticas solidarias por parte de los organismos políticos. El cuidado de los pobres fue quedando gradualmente en manos de organizaciones no gubernamentales (ONGs) que, conscientemente o no, han ampliado de manera que hace treinta años era insospechada, lo que algunos llaman ‘la industria del sector humanitario’. Desde que comenzó esta evolución se ha producido un desencanto del ‘Tercer Mundo’, donde se encuentra la gran mayoría de pobres y miserables de la humanidad. Aquellas perspectivas esperanzadas de poder crear condiciones que les permitirían dejar de ser pobres, hoy se encuentran por lo general frustradas.
Un proceso de corrosión
Conviene buscar comprender algunos de los elementos que acompañaban aquellas expectativas. Las mismas son uno de los frutos de un compromiso histórico (tenso, difícil, mas real) que se produjo entre el capital y las fuerzas de trabajo al terminar la Segunda Guerra Mundial. Algunos de los ingredientes de ese compromiso son expuestos en el libro de Karl Polanyi The Great Transformation..1 Al intentar interpretar sintéticamente la historia del Siglo XX, Eric Hobsbawm señala que el período comprendido entre 1950 y comienzos de los 1970s puede ser considerado como ‘una edad dorada’:2 durante ese breve lapso hubo un progreso que, si bien no fue general, sin embargo no puede ser negado. La humanidad avanzó en términos sociales, económicos, políticos, científicos, etc.
Durante ese período los movimientos sociales que Immanuel Wallerstein llama ‘antisistémicos’3 (los sindicatos, los movimientos de liberación nacional) tenían aún cierta iniciativa. Buscaron promover un orden social más democrático, tendente a disminuir las diferencias sociales, para evitar que se reprodujeran aquellos otros movimientos sociales de carácter reaccionario, como lo habían sido el fascismo italiano y el nacional-socialismo alemán. La meta implícita de todos estos esfuerzos era construir ‘una sociedad justa y más humana’. Para ello se creó un instrumento: el Estado de Bienestar (Welfare State), que tuvo una cierta eficacia durante un período aproximado de treinta años.
Guste o no, las cosas han cambiado en el correr de estas últimas décadas. Hoy el Estado de Bienestar como instrumento idóneo para administrar las sociedades actuales, por la mayoría de los científicos y dirigentes políticos. En la actualidad, la meta ha dejado de ser social, para ser económica. Más precisamente, para construir ‘un mercado libre’, que requiere, en términos formales una disminución de la participación del Estado en la vida económica. Esto conlleva a que el rechazo del Estado Benefactor sea acentuado.
Por otro lado, desde el punto de vista social, se advierte una pérdida de influencia de parte de los movimientos sociales tradicionales mencionados previamente. El colapso del ‘socialismo real’ es parte de esta evolución. En el período del fin del Siglo XX, la mayoría de los sindicatos no plantea la necesidad de una sociedad alternativa, donde la pobreza no exista, sino que más bien colaboran con las empresas para mantener, al mismo tiempo, el nivel de producción exigido por el mercado y las condiciones de trabajo de los obreros. Entre tanto se han afirmado otros movimientos de carácter antisistémico, que han llegado a ser muy importantes en el mundo contemporáneo: es el caso de los que luchan por los derechos humanos, por el mantenimiento del medio ambiente y una sociedad sustentable, por la dignidad de las mujeres, contra el racismo blanco, etc... Estos movimientos, cuya evolución viene desde mucho tiempo atrás, han dado una nueva consistencia a la sociedad civil. Sin embargo, para ellos la lucha contra las condiciones que crean la pobreza no es la prioridad más alta. Por eso, también entre los pobres se percibe que muchos se sienten desamparados. Se entregan a la intención de su deseo mimético4 de seguir el modelo de vida de los ricos. Dejando de lado la lucha por sus derechos, muchos pobres se ajustan y se resignan a vivir con carencias a insatisfacciones.
Además de todo esto, desde el punto de vista económico, desarrollos científicos y tecnológicos van contribuyendo a transformaciones muy importantes del sistema económico dominante. Si hacia el comienzo del período de post-guerra la economía se transnacionalizó, ahora se la globalizado. Se entiende por globalización un proceso de integración de mercados,5 que ya existe en aquellos planos de la actividad económica en el que es posible operar de manera virtual. Es el caso de las transacciones financieras y del mercado de servicios. La exigencia es que estos mercados se autorregulen por sí mismos. Por lo tanto, que la influencia del Estado disminuya. En este contexto surge la pregunta: entonces, ¿quién puede cuidar de los pobres?
Como fue dicho previamente de manera rápida, hoy los pobres en su gran mayoría están condenados a luchar por su supervivencia. Este es uno de los factores que promueven el gran crecimiento de la economía informal, que también es considerada ‘sumergida’, clandestina. Se acepta trabajar sin protección alguna, sin seguros que cubran la inestabilidad y los peligros de la actividad productiva. Cuando los pobres aceptan (y lo hacen cuando se ven obligados a ello, sobre todo en los países en desarrollo o menos desarrollados) trabajar en estas condiciones, están realmente desprotegidos.
En algunos países (no importa si son ricos o no), los pobres se ven obligados, al tratar de hacer algo para sobrevivir, a dejar descuidados a sus niños, o a obligarlos a que trabajen antes de una edad apropiada para hacerlo. En algunos países donde se desarrollan algunas industrias que intentan satisfacer los deseos de quienes disponen de tiempo ocioso, como es la del turismo, la prostitución permite a algunos esquivar la presión de las necesidades de vida más concretas. Esto no hace más que deteriorar, corroer, la vida de los pobres. Sus posibilidades de vida disminuyen. No les queda otra posibilidad que la de ajustarse a las condiciones que les impone el sistema económico global dominante.
Este sistema, por su parte, no contribuye a transformar esta situación. Más bien, su imperativo de construir un mercado libre significa que los países desprivilegiados experimentan como si les impusieran con violencia una camisa de fuerza que los obliga a aceptar esos ajustes. Si, para encarar con ciertas posibilidades el futuro, no les queda otra alternativa que someterse a las exigencias del mercado global, inevitablemente tienen que conformarse con su pobreza. Para ser competitivos tienen que vender bueno y barato, lo que significa que sus trabajadores tienen que esforzarse mucho y recibir poco en compensación por la fuerza que dispensan en el proceso de producción.
La situación se torna aún más difícil para los sectores pobres de nuestras sociedades cuando se percibe que el sistema económico global es dominado por el capital financiero. Hoy, quien desea tener más, invierte en los mercados financieros y sus derivados. ¿Qué pueden hacer los pobres si no tienen dinero? El crecimiento de la deuda externa de muchos países pobres se explica por este círculo infernal que comienza por solicitar dinero, que hay que reembolsar pagando intereses muy altos, superiores a la tasa de su crecimiento económico, lo que conduce a que endeuden cada vez más. En el proceso de globalización (integración de mercados, según se ha dicho), predominan el capital financiero, estrechamente relacionado con el sector de servicios (es el caso de las redes de comunicación, de informática, a las que los pobres difícilmente tienen acceso).
Es un sistema económico global que exige fuertemente una actitud competitiva. Esto, no está mal en sí mismo. El problema que se plantea para los pobres es que para ser competitivo hay que tener ciertas competencias (por ejemplo, formación adecuada), que los pobres no disponen. Antes bien, la mayoría de los pobres percibe que, en su intento de supervivencia, le es más fácil colocarse en las manos de los que participan en el manejo de los mecanismos que dominan los mercados.
El sistema económico global de nuestro tiempo indica la existencia de un capitalismo virtual. La posesión de los medios de producción es el elemento más importante en esta economía global. En la actualidad, los medios de producción que más interesan no son la tierra, o las máquinas de la industria, sino aquéllos que permiten participar en esta producción virtual, como ocurre en los mercados financieros. Esto permite una concentración de poder económico en un número de personas que, si bien puede crecer cuantitativamente, no deja de ser proporcionalmente cada vez más pequeño en comparación con el resto de la población del mundo. A través del manejo operativo de estos medios, algunos elementos de la vida económica, se transforman de virtuales en reales (como ocurre, por ejemplo, con los mercados financieros derivados, Hedge Funds, etc.)
La gran mayoría de los pobres no tiene participación activa en este sistema. Por eso, en este momento de la historia, las expectativas de los l950s se han transformado en desilusiones.
Las iglesias. Entre el evangelio y el mercado
Al hablar de Iglesia en este artículo lo hacemos de una manera un tanto imprecisa: nos referimos principalmente a las instituciones eclesiásticas y la comunidades cristianas. Tanto unas como otras son actores económicos: pagan salarios, tienen propiedades, obligaciones financieras, consiguen beneficios a partir de ciertas inversiones, etc. Ser iglesia significa ‘estar en el mundo’. Un problema que se plantea, tanto a las instituciones como a las comunidades, es cómo estar en el mundo sin ser del mundo, respondiendo así a la plegaria de Jesús (Jn. 17.14-16).
Una forma activa que las Iglesias han practicado es la de hacer declaraciones que llaman a la comunidad internacional (cristiana o no) a tomar conciencia de la dramática situación en la que se encuentran los pobres en nuestro tiempo. En algunos casos esas declaraciones han motivado a ciertos sectores de las comunidades cristianas a participar en campañas de solidaridad en favor de los pobres. Para citar un ejemplo reciente, es el caso de Jubileo 2000, apelando a los acreedores para que cancelen la deuda de los países más pobres, cosa que ha tenido un resultado positivo en términos parciales.
Otra forma, más concreta y material, ha sido la tradicional de dar asistencia a los pobres. Es una manera que las iglesias han practicado desde hace mucho tiempo. Por ejemplo, los Obispos de las Iglesias Orientales en los Siglos V a VII, al comenzar su ministerio en la diócesis correspondiente, hacían un inventario de la misma, poniendo especial cuidado en la consideración de la situación de los pobres. A partir de ello organizaban la obra filantrópica del pueblo que estaba bajo su responsabilidad ministerial.6 Esta tradición ha permanecido a través de la historia de la Iglesia. Es la liturgia después de la liturgia que se practica en las Iglesias Ortodoxas. Es la organización de la asistencia caritativa intereclesiástica de muchos organismos ecuménicos en la actualidad. De este modo se procura aliviar las penas y estrecheces de quienes sufren la pobreza.
Otros, en el contexto de aquel impulso por la aspiración al desarrollo en el tiempo de las expectativas de erradicar la pobreza mencionas previamente, han intentado ofrecer recursos para un desarrollo autogenerado por comunidades o cooperativas de los pobres. Es el caso, por ejemplo de la Ecumenical Development Cooperative Society (EDCS), o del Ecumenical Loan Fund (ECLOF), ambos organismos inspirados por el Consejo Mundial de Iglesias. Los resultados obtenidos, aunque muy limitados, son significativos, permitiendo percibir que es una manera interesante para contribuir a que los pobres superen sus limitaciones.
También las Iglesias han hecho opciones concretas de carácter teológico y pastoral en favor de los pobres. Es lo que algunas tendencias teológicas de Latinoamérica, de Asia y de África han hecho. Lo mismo ha ocurrido con algunos teólogos Afro-Americanos en los EE.UU.. La teología latinoamericana de la liberación fue decisiva para que en las Conferencias de Obispos Católico-Romanos de América Latina en Medellín (1968) y Puebla (1979), se hiciese la ‘opción preferencial por los pobres’. Del mismo modo, los teólogos de la así llamada ‘Min Jung Theology’ en Corea del Sur han articulado su reflexión teológica y su acción pastoral en solidaridad con los pobres. Esta tendencia ha sido muy fuerte entre los teólogos del Tercer Mundo.7
No obstante, concomitantemente, los intereses diversos de las iglesias las han conducido a participar de manera activa en algunos aspectos de la economía global. Para ser más concreto, en los mercados financieros y de sus productos derivados. Las iglesias tienen que asumir muchas veces el pago de los fondos de pensión de sus funcionarios. Eso motivó a algunas de ellas de invertir fuertemente en las operaciones financieras, especialmente en un momento en el que las instituciones eclesiásticas tradicionales en los países históricamente cristianos pasan por la experiencia de recibir una cantidad menor de dinero a través de las ofrendas de sus miembros.
Más todavía: se advierte que han un cierto número de instituciones eclesiásticas que tienden a organizarse siguiendo el modelo de la empresa comercial transnacional. Incluso, las hay que se estructuran como empresa de comunicaciones. Es el caso, que no es aislado, de la Iglesia Pentecostal del Reino de Dios, en Brasil, inexistente en l976, y que en el momento actual está implantada en más de cuarenta países; es una iglesia que tiene como espinal dorsal la tercera red de comunicaciones (radio, TV, con los correspondientes elementos que caracterizan estos conglomerados) en Brasil.
Esta participación en el mundo de la economía global va dando lugar al desarrollo de una nueva teología de la prosperidad. Se entiende que la conversión sitúa a la persona humana frente a Dios, quien quiere que el individuo sea próspero (que acumule riquezas y bienestar, lo que da testimonio de su relación con Dios, que lo bendice), que tenga salud (de ahí el énfasis en curar a los enfermos) y en la posesión del poder del Espíritu Santo (no tanto ser poseídos por el Espíritu, como disponer del mismo). Este mensaje atrae fuertemente a los pobres, que en África o Latinoamérica se vuelcan hacia expresiones pentecostales o carismáticas de la fe cristiana. Hasta el punto de que algunos dicen: ‘La teología de la liberación hizo una opción por los pobres, pero éstos han hecho una opción por los pentecostales’.
Estas prácticas eclesiales no pueden dejar de lado el desafío del Evangelio, buena noticia para los pobres. No se trata meramente de asistencia, sino de la transformación de condiciones y estructuras que generan pobreza. El mensaje de Jesús en este sentido es bien claro.8 Las iglesias no pueden dejar de tener en cuenta que el problema mayor, en la Biblia, no es el ateísmo, sino la idolatría. Hoy, en tiempos de globalización, experimentamos la idolatría del mercado,9 de la que es necesario liberarse. Puede ser que la globalización (integración de mercados y expansión libre de los mismos ) solucione problemas de la vida de los ricos. Al mismo tiempo agrava la penuria de los pobres.
Me parece que, entre el mercado y el Evangelio, las Iglesias tienen que hacer una opción clara por la fidelidad a este último. Para ser concreto, creo que deben proceder a través de casos concretos, aprendiendo, por ejemplo, de su participación en la campaña del Jubileo 2000. Estos pasos no resuelven todo el problema, pero contribuyen a encararlo de manera más apropiada a la vocación evangélica. En esta línea me animo a proponer:
Primero, que los programas educativos de las iglesias enfaticen la necesidad de la práctica de la solidaridad orgánica . Solidaridad con los pobres y solidaridad activa con los organismos y asociaciones de la sociedad civil que buscan disminuir el impacto negativo del sistema económico global. En este sentido, incorporarse de manera más decidida a quienes en Seattle manifestaron la necesidad de hacer que las organizaciones que son responsables del proceso de globalización sean más transparente e interesadas en el bienestar de los pueblos.
Segundo, dar más importancia a la revitalización de la ética política de los cristianos, que al mismo tiempo que buscaría el fortalecimiento de la conciencia de responsabilidad política de los laicos, buscaría también redefinir el papel del Estado como protector de los pobres.
Tercero, que las iglesias apoyen la campaña que en este momento ha sido lanzada para que se imponga una cantidad mínima (por ejemplo, 0.011%, como lo propuso el ganador del Premio Nóbel A. Tobin, hace ya algunos años) a las transacciones financieras internacionales. Hay quienes entienden que esta iniciativa es fantasiosa. Me parece que ella depende de si existe o no voluntad política para ponerla en marcha. Esta voluntad puede imaginar mecanismos que permitan hacer viable esta propuesta. El recaudo de esta imposición debería ser vertido para promover el crecimiento económico y el desarrollo social de los pobres.
Notas
1 Polanyi, Karl: The Great Transformation, 1944.
2 Hobsbawm, Eric: Age of Extremes. The Short Twentieth Century History: 1914-1991. London: Michael Joseph, Ltd.; 1994. See: pp. 225-400.
3 Wallerstein, Immanuel :The Politics of the World Economy. The States, the Movements and the Civilizations. Cambridge: Cambridge University Press; 1985. See pp. 97-145.
4 René Girard es quien ha trabajado en profundidad este concepto del deseo mimético. Véase su libro La Route Antique des Hommes Pervers. París: Grasset; 1985. pp. 59-80.
5 Véase de Julio de Santa Ana (Ed.) : Sustainability and Globalization. Geneva: WCC Publications; 1998.
6 Demetrios J. Constantelos: Bizantine Philanthropy and Social Welfare. New Brunswick and New Jersey: Rutgers University Press; 1968.
7 The Ecumenical Association of Third World Theologians (EATWOT) has worked, since its inception in l976, with this orientation.
8 Entre muchos textos, ver Lk. 4. 16-22; Lk. 6. 20-26; Lk. 16.1-13; Lk. 18.18-27 y paralelos.